ESMERALDA MERINO

El principio de analogía

La vibración es el movimiento prisionero de la forma (Juan Llongueras).

Existe un principio en la Naturaleza que se relaciona con el viejo axioma hermético “Así es arriba como es abajo”: es el principio de analogía. Las mismas leyes que se expresan en lo grande aparecen también en lo pequeño, traspasan todas las escalas de la manifestación y nos permiten atisbar, si sabemos descubrir el hilo conductor, aquello que sobrepasa la capacidad de nuestra limitada mente.

El principio de analogía también se refleja en las diferentes esferas de la actividad humana. Una de ellas es el arte, y, en la medida en que es verdadero arte, se aproxima a la estética que la Naturaleza presenta ante nuestros ojos. Si descubrimos cuál es la explicación de esta estética natural (su razón interna), comprenderemos por qué las obras de arte impactan a veces en nuestra conciencia sin necesidad de que las estudiemos o razonemos sobre ellas, despertando, por un momento, algo que teníamos dormido en nuestro interior.

Todo vibra en el universo, nada está quieto, todo sigue su impulso vital en la dirección que le marca su destino, su razón de ser. En este proceso, la idea se concreta en la materia, y la multiplicidad aparente de las formas a menudo nos engaña haciéndonos olvidar que su raíz es única.

Luz, color, sonidos y forma nos llevarán a las primeras respuestas.

Las artes

El concepto del arte aparece confuso en nuestro mundo actual, como tantos otros, por otra parte. El arte no debería ser una vía de escape para expresar impulsos desordenados ni para desahogar la primera emoción que aparece, sino la expresión estética que se relaciona con el mundo ideal y es capaz de trasladar al receptor de la obra de arte algo de esa belleza arquetípica de un modo espontáneo y directo. Quien realiza el prodigio de conectar dos mundos, el ideal y el material, es el artista:

El artista es una suerte de mago que percibe las cosas invisibles, que oye lo insonoro, que ve lo que no se puede percibir y luego lo lleva al lienzo, al instrumento, al mármol o a la madera (Jorge Ángel Livraga).

El artista debe ser un intérprete de la Naturaleza, un hábil mediador entre las Ideas perfectas y los hombres. Esa es su misión: despertar el alma de sus observadores, y no solo la admiración (Delia Steinberg Guzmán).

El arte no se contrae a explicar la cosa tal como es, sino que también es una “re-creación” de la cosa tal como debe ser. Todo artista es modelador (Ch. Jinarajadasa).

El artista es el puente que se tiende entre el mundo visible y el invisible para interpretar lo que vulgarmente no se ve y reflejarlo vestido materialmente en forma de pintura, de escultura, de música o de arquitectura.

Toda expresión artística, cualquiera que esta sea, exige del artista unas facultades interiores de construcción y ordenación, un equilibrio interno, una imaginación disciplinada ajena al desorden de la fantasía.

El arte purifica porque acrecienta la imaginación, manteniéndola activa en busca de algo superior.

Tiempo y espacio, movimiento y reposo. Las artes participan en mayor o menor grado de estos elementos.

Pero, sea lo que sea lo que las distingue en su expresión, hay algo muy especial que tienen en común.