Humor filosófico
Autor: Juan Carlos del Río
Primera Ley de la Filosofía: por cada filósofo, existe un filósofo igual y opuesto
Segunda Ley de la Filosofía: ambos están equivocados
La Filosofía en un juego con objetivos pero sin reglas
Las Matemáticas son un juego con reglas pero sin objetivos
La Teología es un juego cuyo objeto es poner reglas a lo subjetivo
Un profesor de filosofía entra en clase para hacer el examen final a sus alumnos. Poniendo la silla encima de la mesa dice a la clase: “usando cualquier cosa aplicable que hayan aprendido durante este curso, demuéstrenme que esta silla no existe”
Todos los alumnos se ponen a la tarea, utilizando sus lápices y gomas de borrar, aventurándose en argumentos para probar que la silla no existe. Pero un alumno, después de escribir rápidamente su respuesta entrega su examen ante el asombro de sus compañeros.
Cuando pasan unos días y entregan las notas finales, ante la estupefacción de todos, el alumno que entregó su examen en 30 segundos obtiene la mejor calificación. Su respuesta fue: “¿Qué silla?”
Un ingeniero, un físico experimental, un físico teórico y un filósofo están paseando en las montañas de Escocia. Cuando llegan a lo alto de la cima, ven en otra cima una oveja negra.
El ingeniero dice: “está visto que las ovejas en Escocia son negras”.
“Mejor sería decir que ‘algunas’ ovejas escocesas son negras”, responde el físico experimental.
El físico teórico piensa un momento y exclama: “es más correcto decir que al menos una de las ovejas escocesas es negra”.
Por fin el filósofo responde: “al menos por uno de sus lados”.
El profesor de filosofía a su auditorio, después de la conferencia: Y si ustedes me han comprendido bien, es que me he explicado mal.
Papá, hoy me dieron la nota máxima en la clase de filosofía. ¡Demostré que el profesor no existe!
Un profesor de filosofía despistado va caminando por el campus cuando un estudiante le para y le hace un par de preguntas. Al acabar,
– Bueno, pues esto era todo, muchas gracias.
– De nada. Hasta mañana.
– Adiós.
Tras una breve pausa, el profesor le grita:
– Eh!! Oye, perdona, me podrías decir hacia donde iba cuando nos encontramos?
– Si, claro, iba en esa dirección. (señalando)
– Ah, entonces ya he comido…
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