El caduceo es un símbolo cuya antigüedad resulta casi imposible decidir, ya que lo encontramos asociado a diversas deidades de características similares en todas las civilizaciones.

Su presentación ha tomado diferentes formas dentro de un mismo esquema que nos permite reconocerlo allí donde aparece. Los elementos que lo constituyen son siempre los mismos y, por eso, hablan un mismo lenguaje sagrado. Sea en las manos de Hermes o Mercurio, en las de Asclepios o Seraphis, sea en Sumeria, en Fenicia, Egipto, Grecia, Irán, Roma, en todo el Mediterráneo y aún en América Precolombina, es posible encontrar la vara rodeada de serpientes, o simplemente las serpientes entrelazadas, con alas o sin ellas, reflejando idéntico movimiento universal.Caduceo

Según H. P. Blavatsky, los griegos tomaron de los egipcios la idea del caduceo. Entre los egipcios, este símbolo de una vara con dos serpientes enroscadas, se encuentra en monumentos tan arcaicos como los que anteceden a la aparición de Osiris como deidad entre los hombres.

Los griegos tomaron, pues, este símbolo y lo utilizaron con similar significado. Lo pusieron en manos de Hermes y de Asclepios, y más tarde los romanos lo hicieron con Mercurio y Esculapio.

La palabra “caduceo” proviene del latín “caduceum”, que a su vez deriva de otra palabra griega que se puede traducir como “heraldo” o “anunciador”. Pero, curiosamente, la raíz también incluye al gallo, el gran anunciador de la mañana, de la luz, de la aparición del Sol. Así, desglosando el sentido del mástil central como árbol, de la o las serpientes, de las alas y –en ocasiones- de la copa en la que bebe la serpiente, intentaremos llegar al simbolismo del Caduceo, que va desde la cósmica hasta la fisiológica, contemplando en lo que nos interesa, la Medicina y la Salud como Orden Universal y restablecimiento de ese Orden cuando se ve afectado.

Es en Grecia donde encontramos esta tradición más arraigada. En el templo de Epidauro se celebraban prácticas especiales consagradas a Asclepios. Este dios, hijo de Apolo, fue educado por el centauro Quirón, del que aprendió a preparar medicinas, tanto que llegó a superar a su propio maestro. Su capacidad de sanar, y aún de resucitar muertos, hizo que Hades temiera tener que cerrar las puertas de su Reino… Finalmente Zeus da muerte a Asclepios, quien, no obstante, conserva honores divinos. Se cuenta que se aparecía en sueños a los enfermos que acudían a su santuario de Epidauro.

Más tarde, Higia, diosa de la Salud, como hija de Asclepios, se relacionó también con la serpiente de Epidauro y una copa que se llegaría a convertir en el emblema de los farmacéuticos.

En numerosas monedas aparece Asclepios con una serpiente consagrada, denominada “paros” por su color cobrizo. Cuentan los sacerdotes de la época que las serpientes se introducían por la noche en la habitación de los enfermos, mientras éstos dormían, para devolverles la salud.

Según Ovidio, el mismo Asclepios se había transformado en culebra para llegar hasta Roma y curar a los desdichados. Ante semejante prodigio, los romanos le levantaron un templo como dios sanador, eligiendo la cima de la isla del Tíber, donde había arribado la culebra, recordando el hecho con una piedra erigida en la proa de la isla.

Todo lo cual nos remite al valor simbólico de la serpiente. Nos dice Blavatsky que Asclepios, llamado “El Salvador de todo”, es idéntico al Ptah egipcio, la Inteligencia Creadora, y a Apolo –su padre-. La serpiente Kneph representa la eternidad y aparece bordeando una vasija de agua, con su cabeza suspendida sobre las “Aguas Primordiales” a las que incuba con su aliento; esta forma, como Logos-Alma, es llamada Ptah; y como Logos-Creador se convierte en Imhotep, su hijo, fuertemente ligado a las Ciencias Sagradas y, entre ellas, la Medicina.

Los ofitas sostenían que había que agradecer a la Serpiente porque ella enseñó a Adán que si comía del fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, su ser se elevaría por la Sabiduría así adquirida. Desde entonces, es decir, desde el “Primer Hombre”, viene la asociación de la Serpiente con el Árbol. Entonces eran verdaderamente imágenes divinas. El Árbol, además del Conocimiento del Bien y del Mal, lo era también de la Vida y de la Muerte. La Serpiente se relacionaba con los sabios e iniciados, con los ciclos del Tiempo concebido como eternidad, con la renovación permanente y la posibilidad de “ingerir” conocimientos.

El significado bueno y malo de la serpiente proviene de que la Sabiduría divina puede reflejarse en el aspecto espiritual del hombre, o bien en conocimientos materiales. Pero, como sea, es siempre conocimiento. Del mismo modo, todos los dioses de la Medicina, tienen ese doble aspecto porque pueden curar en lo físico y en lo espiritual, o, en otra clave, e igual que la serpiente, pueden dar la vida o la muerte. Madame Blavatsky afirma que Seraphis, por ejemplo, aparece muchas veces como una serpiente, un “Dragón de Sabiduría”. Y no hay mucha distancia entre Seraphis y Heracles, el niño que estranguló las dos serpientes que Hera le envió para matarlo, considerando que no era hijo suyo; y por eso vemos a veces figuras de Seraphis-Heracles en las que, lo importante es la unión con la Serpiente.

La Serpiente aparece en todas las religiones, pero no siempre asume idéntico significado en lo exotérico. En las representaciones mitraicas se enrolla alrededor de la piedra generatriz; su principio es la actividad, el movimiento, la hélice, y puede asociarse también a las fuerzas telúricas de la Tierra Madre.

En general, el Uroboros, la serpiente que se enrosca sobre sí misma mordiéndose la cola, significa la vida indestructible, el eterno recomenzar de todas las cosas. Esta serpiente, sin principio ni fin, expresa el movimiento circular en su pureza total, la evolución consciente en el Tiempo Eterno.

La espiral, símbolo estrechamente ligado al de la serpiente, es asimismo un Caduceo. A ello se puede agregar la doble espiral que corresponde al encadenamiento de los ciclos y se refleja en muchas deidades de tipo doble, como los Dioscuros, los Devas y Asuras, el dios Jano, Cástor y Pólux, etc.

La serpiente se relaciona con el huevo -Kneph, en Egipto- y con el pájaro, como en el caso de la serpiente emplumada Quetzacoatl, nuevamente un dios de sabiduría e iniciación.

La prohibición de probar el fruto del Árbol del Conocimiento procede no tanto de Dios, sino del hecho de que la serpiente revela al hombre su esencia y origen divino y le permite acceder a una vía de Redención para superar el Bien y el Mal. Los Hierofantes, los Druidas y otros sacerdotes, se denominaban a sí mismos “Hijos de la Serpiente”; algunos sabios egipcios llegaron a asociarse en una fraternidad “de la serpiente”. Sin duda el hombre interno, al igual que la serpiente, debe despojarse de su antigua piel para convertirse en Hijo de la Sabiduría.

Hay muchos elementos sagrados en este hecho de cambiar de piel, es decir, renovarse constantemente. Por eso se relaciona la serpiente con el elixir de la inmortalidad, el elixir de la salud: es la salud que viene tras la enfermedad, un portentoso símbolo para los dioses curadores.

El emblema de los farmacéuticos está muy cerca del de los médicos y del de la diosa Higia de la Salud. La serpiente ya no se enrosca alrededor del bastón, sino alrededor del pie de una copa en la que ella va a beber. Esta copa contiene, seguramente, la bebida sagrada ofrecida por Higia. Este emblema es llamado también Caduceo. Y no es difícil relacionarlo con el Santo Cáliz y con el Grial, la copa sobre la que se inclina Galahad antes de ser “raptado” hacia el cielo, alto misterio de la caballería mística. La serpiente toma su conocimiento de esta Copa-Matriz en la que la luz brilla eternamente, y según las tradiciones, es muy probable que esta copa sea de color verde, el rayo-color de la Tierra y el de Seraphis, dios por excelencia de la Medicina.

En cuanto al bastón o báculo, recordemos lo que se cuenta de Mercurio, que separó a dos serpientes que combatían entre ellas, arrojándoles su bastón que quedó entre medias y se convirtió en símbolo de la paz. Este bastón es un símbolo tan antiguo que aparece desde el magdaleniense y lo reencontramos como báculo del peregrino o caminante en el Camino de Compostela. El que porta este cetro es el que posee el poder; tiene la propiedad de transformar todo lo que toca. Es un símbolo del Conductor y del Iniciador.

En verdad, este bastón central es también un pilar sagrado, una columna, un menhir o el eje del mundo. La serpiente se enrosca a su alrededor del mismo modo en que la plegaria de los fieles asciende a lo alto, como una espiral, desde la tierra hasta el cielo.

Otro simbolismo de las serpientes y la columna es el Fuego Serpentino o Kundalini. Cuando las serpientes se enlazan alrededor del eje central, dibujan siete puntos de encuentro que se refieren a los “chakras” u órganos sutiles del vehículo etérico. Kundalini, como Fuego Serpentino, está reposando en el chakra básico; cuando despierta, como resultado de la evolución, asciende por la columna vertebral siguiendo tres vías: la central llamada Shushumna, y dos laterales que desarrollan dos espirales entrecruzadas que pasan por los siete chakras. Pingala, a la derecha, es masculino y activo; Ida, a la izquierda, es femenina y pasiva.

Es posible relacionar lo anterior con el Yang, y el Yin, donde los colores blanco y negro son delimitados por una espiral con dos puntos centrales opuestos, como centros de dos mundos. Esta doble acción de una única fuerza, está también presente en la doble espiral. Las dos serpientes, expresión de la dinámica latente en la estabilidad, unifican la derecha con la izquierda, las dos corrientes que provienen de lo alto y de lo bajo, es decir, entre el cielo y la tierra, o entre Dios y el hombre. Es una unión armonizadora, unión de los complementarios que ya no pueden enfrentarse sino conjugarse en una unidad redentora.

Recordemos que las serpientes que luchan representan el desorden, el caos: antes de equilibrarlas, hay que separarlas, es decir, distinguirlas, conocer su opuesto y salir del juego de los contrarios. Es la fase terminal en la que las dos fuerzas opuestas se funden o se resuelven en la Unidad, equilibrando el Eje del Mundo, el bastón alrededor del cual se equilibra el caos.

Desde el punto de vista alquímico, es el símbolo de la unión y de la concordia lograda entre el Fuego y el Agua, los dos elementos que se representan en dos triángulos invertidos.

El Caduceo simboliza, pues, la unión de los mundos contrarios, una dualidad que se manifiesta desde el comienzo del Universo como la Luz que surge en medio de las Tinieblas Primordiales. La dualidad se convierte luego en Cielo-Tierra, en masculino-femenino. En astrología, Mercurio rige precisamente a los Gemelos, (Géminis), aparentemente opuestos y esotéricamente unidos. El caduceo es, así, emblema de la Concordia, símbolo de armonía y fuerza.

Las alas, que están en el casco y en los pies de Mercurio, aparecen también en el Sol egipcio, en Amón-Ra, dando vuelo al espíritu que ha sido incubado por la Serpiente, por Kneph convertida luego en Ptah y en Imhotep. Son las alas del heraldo, del anunciador, las alas del Caduceo.

También el médico es un Anunciador. El trae la salud, preserva la armonía y equilibra las oposiciones malignas que se producen, tanto en el cuerpo como en el alma. No debemos olvidar que los primeros médicos fueron representantes directos de la divinidad; en comunicación con la Fuerza Creadora, obtuvieron una comprensión de todas las leyes que rigen nuestro mundo. La penetración espiritual que poseían, les permitía reconocer la naturaleza de la enfermedad y su remedio, lo que era bueno o malo para la vida de los demás. En una época en que lo sagrado y lo profano estaban unidos, estos hombres fueron a la vez sacerdotes y reyes. Su Caduceo era su Saber, era la comprensión del Centro a cuyo alrededor se sustentan las columnas, las serpientes… El que cura debe tener –debería tener- un poder de intuición que le permita dar con el remedio que complete una naturaleza imperfecta. Como el emblema del Caduceo, hay que retornar a los orígenes tomando el camino directo del eje vertical.

Resumiendo: volvemos a asociar estos elementos que aparecen en todas las civilizaciones, que son la columna, el árbol sagrado con una o dos serpientes entrelazadas. El bastón está asociado al culto de la columna primordial o del árbol; es la expresión de poder de la divinidad que expande su fuerza a quien acuda en oración. Gracias a esta irradiación, el árbol, la columna, pueden curar.

Este símbolo de equilibrio, de la fuerza que ha organizado el Caos, nos debe ayudar a superar los ciclos temporales, cambiar internamente. Nos aporta una fuente de vida, una eterna juventud, porque no basta con conocer y saber, sino que, sobre todo, hay que poder transmitir. El Caduceo transmite; es como el heraldo, el mensajero de los dioses.

La dualidad aparente tiene que resolverse en la Unidad. La verdad es Una y para llegar a ella hay que transitar un camino árido y estrecho, pero recto como el eje del Caduceo.

Es propio del médico elegir, entonces, un camino de rectitud, un camino que le dirija hacia las leyes cósmicas y su expresión. Tratar de eludir la multiplicidad y sus laberintos, las vueltas espiraladas de la serpiente, (porque de lo contrario, el tiempo podría atraparnos indefinidamente en los ciclos de la manifestación). No hay nada superior a un corazón puro, pues sólo el corazón puro puede recibir y transmitir toda la energía que dimana del Caduceo, llegar desde la tierra al cielo y realizar milagros entre los hombres con la fuerza de los dioses.

Bibliografía

Doctrina Secreta, H.P.B.
Glosario Teosófico. H.P.B.
Simbología teológica. JAL
El simbolismo del caduceo, J.P. Bayard.