El enigma de los megalitos
Autor: Ana Díaz Sierra
Se yerguen en los campos de Europa como gastados monumentos olvidados. Viejos y toscos, como vencidos por el tiempo, pero grandiosos y sobrecogedores en su magnitud y en su permanencia.
¿Quiénes construyeron los monumentos megalíticos? ¿En qué remota época de la Humanidad los erigieron? ¿Y para qué? ¿Son monumentos funerarios, antiguos templos de cultos olvidados, complejos observatorios solares y astrales, misteriosos templos iniciáticos de antiguas civilizaciones…?
Aquellos que creen saberlo todo sobre estos enigmáticos monumentos, realmente pueden probar muy pocas de sus afirmaciones. Por eso continúan siendo un misterio, una fuente de preguntas sin respuesta… o de muchas respuestas posibles.
Las más antiguas fuentes históricas los atribuyen a los celtas, aunque la arqueología demuestra fácilmente que son muy anteriores a la formación de la cultura celta. Las fuentes míticas lo indican así también: los celtas solo «reutilizaron» los monumentos que pueblos más antiguos habían construido.
Es obligada la cita del emperador griego Diodoro de Sicilia, nacido en Agyrium (Agira, Sicilia), contemporáneo de César y de Augusto: «…Más allá de la Céltica, en un oceáno, hay una isla que no es menos grande que Sicilia. Esta isla, situada al norte, está habitada por los hiperbóreos, llamados así porque viven más allá del punto desde el que sopla Bóreas (los Alpes)… Los insulares veneran particularmente a Apolo… En esta isla también se ve un vasto recinto dedicado a Apolo, así como un magnífico templo de forma redonda y ornado con numerosas ofrendas… Apolo pasa para bajar a esta isla cada diecinueve años. Es también a finales de este período cuando los astros están, después de su revolución, de regreso en su punto de partida…».
La isla a la que se refiere el relato es Gran Bretaña, y el templo circular dedicado a Apolo se interpreta que es el crómlech de Stonehenge. También resulta apasionante la narración de Geoffrey de Monmouth (1110-1154) que, en su Historia Regum Britanniae, inspirada en antiguas leyendas célticas, narraba cómo Merlín el Mago, a instancias de Aurelio Ambrosio, que le pidió que levantara un monumento imperecedero para conmemorar la muerte a traición del anterior rey celta Vortigern, le dijo:
«Ve a buscar El Baile de los Gigantes, que está en Killarus (Kildare), una montaña de Irlanda; son grandes piedras que poseen cualidades maravillosas. Si pudiesen ser colocadas aquí, en círculo sobre este terreno (alrededores de Amesbury), permanecerán eternamente».
Para mover las piedras, tuvo que intervenir el propio Merlín, que las levantó mágicamente y facilitó su transporte a Inglaterra. En el lugar elegido, se alzaron otra vez, según la misma disposición que tenían en Killarus.
Enigmas técnicos: ¿cómo se construyeron?
Mucho se ha discutido sobre qué clase de construcciones se pueden considerar como megalíticas, ya que el término griego lo único que viene a significar es «grandes (mega) piedras (litos)»; pues no todas las construcciones hechas con piedras de grandes dimensiones tienen por qué corresponder a una misma cultura. Así, se ha dado en llamar a las construcciones en piedras de gran tamaño y sin desbastar, «construcciones megalíticas», y a las construcciones hechas con piedras desbastadas de grandes dimensiones, encajadas entre sí con enorme precisión (como los talayotes de las Baleares, o las ciudades de Micenas, o las murallas de Sacsahuaman del Cuzco, o la Puerta del Sol de Tiahuanaco en la altiplanicie boliviana) se las prefiere denominar «construcciones ciclópeas».
Los menhires son monolitos alargados, clavados verticalmente sobre la tierra. Pueden presentarse aislados, asociados a túmulos funerarios (amontonamientos de piedras y tierra sobre los enterramientos), o asociados a otros menhires en alineaciones de hileras paralelas, o en círculos o anillos (crómlechs). Los menhires aislados son los más trabajados, ofreciendo un aspecto muy parecido al de los obeliscos egipcios, erosionados por miles de años a la intemperie en países tan lluviosos como Inglaterra o Francia, donde son más frecuentes. El menhir de Locmariaquer (Bretaña, Francia), el más grande de todos, con más de 22 m de longitud y alrededor de 350 toneladas de peso, se encuentra tumbado y roto en cuatro pedazos. No se sabe si estuvo erguido alguna vez, aunque se considera que debió de romperse en el momento de la erección.
Los lineamientos de menhires consisten en largas hileras paralelas (o casi) de monolitos, más bastos que los solitarios, que componen enormes avenidas de hasta un kilómetro de largas. Al final de estas avenidas se encuentran con frecuencia lineamientos circulares o semicirculares de monolitos. Nunca se encuentran asociados a enterramientos de ninguna clase. En la zona de Carnac (Bretaña, Francia) se encuentra el más importante complejo de lineamientos, con un número total impresionante de monolitos situados en hileras paralelas, dibujando avenidas que, como en el caso de Kermario (con 1029 menhires), cubren hasta unos 1120 m de largo por 100 de ancho.
Los crómlechs son alineaciones en anillos (circulares u ovalados) de monolitos. Tampoco se encuentran asociados a ningún tipo de enterramiento. Se encuentran fundamentalmente en Inglaterra, aunque también hay algunos en la costa atlántica del continente, asociados muchas veces a hileras de menhires. El crómlech de Avebury (Wiltshire, Inglaterra) es el crómlech conocido más grande. Su círculo principal tiene 365 m de diámetro, y encierra una superficie de 105.000 m2. Avebury («la tumba de Eva»), cuya forma se ha interpretado como la de una gigantesca serpiente, se relaciona, mediante una alineación de menhires, con otro crómlech circular de menores dimensiones, situado a 2 km de distancia.
Stonehenge (Salisbury, Wiltshire, Inglaterra), el más famoso de todos los monumentos megalíticos, se merece una descripción más amplia. Es un anillo rodeado de un terraplén y un foso, que dibujan una circunferencia de algo más de 100 m de diámetro. En el interior del talud hay 56 agujeros, llamados «Agujeros de Aubrey». En los extremos de dos diámetros que cruzan el monumento se encuentran dos rocas de poca altura y dos montículos; entre los cuatro constituyen «las cuatro estaciones». Todavía nos vamos a encontrar otras dos circunferencias de agujeros en el suelo (disimulados por el césped), llamados agujeros Y y agujeros Z (de más externo a más interno), que se corresponden con el número de piedras del llamado círculo de sarsens (arenisca). El círculo adintelado de sarsens está constituido por treinta megalitos de una arenisca de tono grisáceo, que forman una circunferencia de unos 30 m de diámetro.
La circunferencia está dividida en 30 partes iguales. La altura del dintel (4,925) es igual al sexto del diámetro del círculo… Por dentro se encuentra el círculo de «piedras azules» (dolerita punteada), provenientes de muy lejos, de las montañas de Prescelly (al norte de Pembrokeshire, Gales), a unos 210 km de Stonehenge a vuelo de pájaro. Dentro del círculo de sarsens se encuentra una herradura formada por cinco trilitos o arcadas, en el interior del cual se encuentra otra herradura más pequeña de piedras azules. En el centro del conjunto se encuentra una piedra, la «Piedra del Altar», formada por una arenisca micácea, distinta de los sarsens y de las piedras azules.
Los estudios de las relaciones geométricas entre unos y otros elementos, así como de las orientaciones respecto al Sol y a la Luna definen Stonehenge como un observatorio astronómico y como el más complejo de los monumentos megalíticos. Los dólmenes son esencialmente una serie de piedras colocadas verticalmente que sostienen grandes losas horizontales. Algunos están enterrados bajo un túmulo de tierra y piedras (algunos destruidos o semidestruidos), pero otros, al parecer, han estado siempre al descubierto. Se consideran enterramientos, si bien solo se han encontrado ajuares funerarios y esqueletos en algunos de ellos (sobre todo en los escandinavos). Los irlandeses y los del valle del Loira, en Francia, parece que nunca fueron usados como enterramientos. En los espectaculares dólmenes de Antequera solo se han encontrado insignificantes piezas (líticas o de alfarería), si bien se piensa que es debido al expolio que pudieran haber sufrido a lo largo de los siglos.
Los dólmenes presentan gran variedad tipológica y diferentes grados de complejidad. En el dolmen simple, las piedras que sujetan la losa del techo, a veces de dimensiones muy importantes, pueden ser 3 ó 4. El dolmen de galería cubierta, como el de Menga (Antequera, Málaga, datado entre 3800-2500 a.C.), el más espectacular de la Península Ibérica (y probablemente de toda Europa), consiste en una galería de planta casi rectangular, producida por dos lineamientos laterales de losas verticales que sostienen un techo formado por grandes losas (la última en el de Menga es de unos 6 m de longitud y 7 m de lado, con un peso aproximado de unas 180 toneladas; por ello se pusieron 3 pilares centrales como apoyo complementario). El dolmen de corredor es de constitución parecida a la del dolmen de galería, al final del cual se encuentra una cámara «sepulcral», de base cuadrada y factoría similar a la del corredor, si bien las piedras suelen ser de mayor tamaño. Los pasillos pueden estar divididos por piedras «agujereadas» a modo de puertas, como en el dolmen de Viera (también en Antequera, Málaga). El dolmen con falsa bóveda o Tholoi se aleja un poco del tipo «dolmen», pues está construido con piedras de menor tamaño, si bien su estructura es muy parecida a la de las cámaras de corredor. Su característica principal es el techo de la cámara final, de base circular y techo en falsa bóveda, muy similar al de los templos micénicos (ejemplos típicos son la cueva de El Romeral, Antequera, Málaga, los de los Millares, Almería y el de Newgrange, Meath, Irlanda).
En la isla de Malta se encuentran los denominados templos, en los cuales no se desarrollan enterramientos, y que debieron de ser centros de culto. Algunos autores los clasifican dentro del megalitismo y otros los consideran construcciones ciclópeas. El templo megalítico de Hal Tarxien (Valetta, Malta), constituye una gran construcción situada en el centro de un muro, en forma de herradura, que encierra unas celdas absidiales, relacionadas entre ellas mediante puertas adinteladas. En estas aparecen decoraciones en bajo relieve de espirales y motivos zoomorfos de una perfección impresionante. Motivos espiralados que se van a repetir una y otra vez por los monumentos y petroglifos de la Europa megalítica.
Puesto que todos estos monumentos se datan habitualmente entre el tercer y cuarto milenio a. C., en los albores de la edad llamada Calcolítico, ¿cómo pudieron aquellas gentes primitivas, con herramientas de piedra o cobre, sin conocimientos de ingeniería, y con un concepto mágico del mundo, concebir, organizarse y construir unos monumentos semejantes? Rechazando la idea popular de los «gigantes» o «cíclopes», se han estudiado diferentes técnicas que podrían haberse desarrollado en la construcción de estos monumentos con las toscas herramientas y escasez de conocimientos que se les atribuye a los antiguos pobladores europeos del 4000 al 2000 a.C.
Para la extracción debieron de ayudarse de cuñas de madera que introducían en las resquebrajaduras naturales de la roca y humedecían hasta separar un bloque. También pudieron producir fisuras en las rocas mediante el uso de fogatas. Una vez extraída la losa, se procedía a eliminar la roca sobrante a base de golpearla con mazas de piedra. Para el transporte, se supone que debieron de utilizar conjuntamente la fuerza de tracción animal (bueyes) junto con la humana, que arrastrarían el bloque sobre una serie de troncos cilíndricos. Cuando la roca fuese tan rugosa que el rozamiento con los rodillos impidiese su transporte, podrían utilizar algún modo de «balsa» o «trineo» sobre los que arrastrarían la piedra.
Para la erección de los menhires pudieron utilizar una serie de planos sucesivos de rodillos que ayudaban a levantar un extremo del megalito, hasta que la punta quedaba dentro del agujero en que quedaría clavado. O pudieron construir grandes taludes de tierra sobre los que desplazarían el bloque de piedra sobre rodillos de madera hasta llegar al borde, sobre el que inclinarían el monumento hasta quedar erguido. La colocación de los dinteles y las losas que cubren los dólmenes, requerirían una sucesión similar de planos y rodillos, o un relleno del espacio entre los ortostatos de tierra. Una vez terminado, se volvería a vaciar el recinto.
Con los métodos descritos solo hace falta, aparte de las herramientas de piedra rudimentarias, un buen conocimiento de la palanca, suponiendo que las losas mayores, de incluso cientos de toneladas, pudiesen ser transportadas y levantadas con los dichos métodos. Pero además, hace falta una densidad de población y organización social muy superior a la de una simple aldea o tribu aislada, con una autoridad y una jerarquía claramente establecidas, una división y especialización del trabajo, y una gran cantidad de obreros que estuvieran dispuestos a obedecer a pesar del gran esfuerzo y tiempo invertidos en ellos.
Para mover y levantar el menhir de Locmariaquer (de más de 22 m) se calcula que debieron de intervenir un número no menor de 3000 hombres. ¿Qué clase de cultura del final del Neolítico y principios del Calcolítico podría presentar una población tan numerosa como para tener 3000 hombres adultos (no ancianos, ni niños, ni mujeres), a los que se pudiera apartar de las labores agrícolas y ganaderas, para la construcción de tales edificios? ¿Cómo organizar a tal cantidad de gente en una comunidad primitiva?
Monumentos funerarios
Solo se han encontrado enterramientos en algunos dólmenes y cámaras de falsa bóveda. Los de Irlanda y el Loira (Francia) se consideran exentos. En Antequera, como ya dije, solo se han encontrado algunas herramientas. Pero en otros muchos, efectivamente, se han encontrado enterramientos con ricos ajuares. Algunos de ellos parecen tumbas comunales (como en los escandinavos), en los que aparecen cientos de esqueletos de individuos, a veces de razas distintas. Pero, en realidad, son más frecuentes como enterramientos los túmulos que los dólmenes.
Los templos de Malta, las avenidas de menhires y los crómlechs, que nunca se han podido relacionar con enterramientos, y en los cuales han aparecido con frecuencia objetos de tipo ritual, como piedras labradas, estatuillas, piedras de colores especiales, etc., se considera que fueron centros de significación religiosa, donde muchas veces se ha especulado con la realización de sacrificios humanos.
Stonehenge es un lugar especial, donde seguramente, dadas las relaciones del monumento con las posiciones del Sol y la Luna, se rendía culto al Sol (como decía Diodoro de Sicilia respecto de los hiperbóreos).
Monumentos conmemorativos y de reunión
Puede ser que muchos menhires y crómlechs solo sirviesen de señalización de los lugares de reunión de los distintos clanes para tomar sus decisiones, o celebrar sus fiestas, ferias y mercados. Algunos menhires parecen señalar cruces de caminos.
Potenciómetros de energías telúricas
Algunos investigadores (arqueólogos románticos para algunos, locos fantasiosos para otros) observaron ya desde finales del siglo pasado similitudes en la toponimia de una serie de puntos especiales que se unían mediante líneas rectas. La mayoría de estas líneas pasan por lugares marcados por menhires o crómlechs. Muchos zahoríes se prestaron a experimentar en ellas y encontraron que eran líneas de gran energía, que llamaron «telúrica», por provenir de la Tierra. ¿Fantasías, engaños, o auténtica geografía sagrada y mágica? Cuando Merlín el Mago, en la crónica de Geofrey de Montmouth, describía las piedras del «Baile de los Gigantes», decía que podían curar a aquellos que las tocaran. Todavía hoy, en muchos lugares, se mantienen supersticiones que relacionan los menhires con la fertilidad de las mujeres y sanaciones milagrosas.
Enigmas cronológicos
Se establece que los templos de Malta datan del 4000 al 2000 a.C., siendo los más antiguos. Las cámaras megalíticas del sur de España y de Portugal se fechan entre el 3800 y 2000 a.C. Las tumbas británicas datan de poco después del 3800 a.C. al 1800 a.C. aproximadamente. A Newgrange (Irlanda) se le atribuye una antigüedad de unos 2500 a.C., y Stonehenge estaría construido en tres fases: la primera del 2800 al 2200; la segunda del 2100 al 2000; y la tercera del 2000 al 1100 a.C. (lo cual, en sí, demostraría una gran continuidad cultural a lo largo de casi 2000 años. ¿Qué catedral podría tardar 2000 años en construirse?
Antes de las dataciones por carbono 14, se pensaba que el megalitismo europeo era el fruto de la copia, por parte de las poblaciones primitivas, de las grandes tumbas y templos del Mediterráneo oriental: Egipto, Creta, Micenas… (el parecido con las cámaras de falsa bóveda es claro y evidente). Sin embargo, las pruebas por C14 demuestran que los templos malteses son anteriores a los de Micenas y a las mastabas de Egipto. Asimismo, respecto a las tumbas colectivas, el carbono 14 indica que las megalíticas europeas son anteriores a todas las demás tumbas del Mediterráneo oriental. Sin embargo, los dólmenes más toscos que se encuentran entre ambos focos, son más modernos. ¿Acaso apareció el fenómeno del megalitismo al mismo tiempo en lugares más distantes como el Atlántico norte y el Mediterráneo occidental, sin ninguna relación entre ellos?
La distribución cronológica que nos ofrecen las dataciones arqueológicas parece absurda e ilógica: los monumentos mejor acabados y más complejos (como los templos malteses o los dólmenes del sur de España) parecen los más antiguos, siendo los más toscos, al parecer los más modernos. Las explicaciones para este fenómeno podrían ser: a) que exista un error en las dataciones; b) que se produjera una «involución» tecnológica en una misma cultura a lo largo del tiempo; c) que constituyan una «copia imperfecta» por parte de pueblos con un desarrollo técnico y social inferior, de las construcciones realizadas por una cultura más desarrollada.
El megalitismo presenta una distribución costera fundamentalmente atlántica, llegando a la parte más occidental del Mediterráneo. Si la presencia del megalitismo en estos lugares responde a la expansión de una cultura o religión, ¿por qué sus misioneros no se trasladaron a pie, atravesando el continente? (como hicieron todos los pueblos indoeuropeos que entraron en oledadas desde Oriente, o como hicieron los misioneros cristianos, por ejemplo); o los constructores de monumentos megalíticos, que fueron un pueblo navegante, al estilo de los fenicios o los griegos (pero… ¿qué pueblo con esas características se conoce en la prehistoria y protohistoria atlánticas?), o tendremos que considerar: primero, que el nivel del mar fuese inferior al actual, facilitándose el paso a pie o con balsas sencillas entre las costas de Inglaterra y Europa, de España y norte de África, de África y las islas del Mediterráneo occidental (Malta), y segundo, que el interior del continente fuese bastante más difícil de cruzar de lo que ha sido en los tres milenios anteriores a nuestra era. Ambas posibilidades solo pudieron darse durante un período glaciar, en que el clima adverso provocó una ruptura en los pasos continentales que durante tanto tiempo favorecieron a los distintos pueblos que invadieron Europa en oleadas, facilitando, en cambio, los pasos en los canales de La Mancha, Sicilia y el estrecho de Gibraltar.
Posibilidad de una cultura antediluviana: Atlántida
Hablar de una cultura desarrollada social y tecnológicamente durante la última glaciación, un pueblo atlántico, y fundamentalmente marítimo, significa hablar de la fabulosa Atlántida. Una civilización apta para construir monumentos tan grandiosos como los que hemos visto, erosionados posteriormente por miles de años de inclemencias climatológicas y reutilizados y copiados posteriormente por pueblos culturalmente inferiores. Esta idea, enraizada en tantísimas tradiciones y mitologías a este y otro lado del Atlántico, que hablan de un pueblo isleño de «gigantes», es, sin embargo, un planteamiento que espanta a los arqueólogos. Pero ¿por qué?, ¿por qué no investigar esta hipótesis? No olvidemos al genial Schlieman, que encontró las ruinas de la mítica Troya gracias a su pasión por la Ilíada, que se consideraba simplemente como una obra literaria. ¿No podría tener las mismas características que aquella el Critias de Platón?
Bibliografía:
Monumentos megalíticos. Glyn Daniel.
Investigación y Ciencia. Septiembre de 1980.
El megalitismo de Antequera. Gabinete Pedagógico de Bellas Artes de Málaga.
La Prehistoria. André Leroi-Gourhan et al. Ed. Labor, 1978.
Historia de España. Vol. I. Ed. Planeta, 1990.
El enigma de Stonehenge. E. Raymond Capt. Ed. Lidium. 1982.
ANA DÍAZ SIERRA
Estoy encatado de encontrar articulos donde ver informacion tan practica como esta. Gracias por aportar este post.