La Sabiduría Hermética en el Siglo de Oro
Autor: Guillermo Cadavieco
A ninguno de los amantes de la literatura del siglo de oro, les puede pasar por alto en muchos casos, que sus autores proponen dos niveles de lectura, uno superficial «A Sobre Peine» y otro mas interior y profundo «Meditado y rumiado bien», el primero va dirigido a todo el mundo, el vulgo, el segundo está reservado a unos pocos.
Ejemplos como el Lazarillo de Tormes, la poesía de Góngora, o Mateo Alemán, nos lo demuestran. Este último autor es aún más explícito en el Prologo de su «Guzmán de Alfarache» al dividir el mismo en dos partes «una dirigida al vulgo, y otra al discreto lector». Al lector vulgar le dirige estas palabras: «Libertad tienes, desenfrenado eres, materia se te ofrece: corre, destroza, rompe, despedaza, como mejor te parezca, que las flores holladas de tus pies coronan las sienes y dan fragancia al olfato virtuoso». Mientras que al lector discreto le propone una lectura que trasciende los valores eruditos y estéticos: «Recoge, junta esta tierra, métela en el crisol de la consideración, dale fuego al espíritu, y te aseguro hallarás algún oro que te enriquezca».
Dos sendas
Por lo que se refiere a Cervantes, encontramos que el caballero habla de dos sendas, de dos niveles de lectura que equivalen a la lectura superficial y a la otra profunda, dice el Quijote: » Sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio ancho y espacioso; y sé que sus fines y paraderos son diferentes; porque el vicio, dilatado y espacioso, acaba en muerte, y el de la virtud angosto y trabajoso, acaba en vida que se acaba, sino en la que no tendrá fin».
Pocos textos han suscitado tantas interpretaciones y comentarios tan dispares como «El Quijote», pues, como dijera el propio Cervantes, «tiene necesidad de comento para entenderla», lo cual demuestra lo vivo que esta el texto, y un libro que tiene la facultad o el don de reflejar lo que somos antes de mostrarnos lo que es. » No hay puertas hay espejos en los que nos reflejamos».
Como dice Avalle Arce, el Quijote es «Una suerte de verdad revelada que permanece enteramente inaccesible para los racionalistas circundantes». En sus páginas se oculta el secreto de la caballería andante, y cuenta la historia de la instrucción de un caballero Andante a fin de que se vean los pasos que se han de seguir… en definitiva, las pruebas de la Iniciación Caballeresca.
Pasión por el Quijote
Creo que no solo hemos de amar la obra de Cervantes sino que además, debemos creer en ella, aunque sea tanto como creer en lo increíble, Nuestra pasión por el Quijote debería sustentarse en el amor a la verdad, creemos en la realidad sagrada de los caballeros andantes y no en las apariencias vulgares. «Los demasiado simples toman lo dorado por el oro, y los demasiado inteligentes rechazan el oro a causa del dorado»
Debemos acercarnos al Quijote partiendo de la premisa de que, como sucede con todas las grandes obras, de Homero, Dante, Virgilio, entre otros muchos textos vivos, el Quijote está pensado para conducir a los creyentes e instruir a los buscadores de todos los tiempos sobre el misterio de la regeneración del hombre.
Parto pues de la convicción de que el pensamiento Hermético, y la tradición Cabalística presiden esta obra. Proponemos ir a la médula, a la raíz, no se trata de hacer decir a las palabras lo que no dicen, pero tampoco nos convencen las interpretaciones de aquellos que ignoran ideales y valores desconocidos en su tiempo, o mejor dicho que no interesaban a nadie. Recordemos que en la época de Cervantes la originalidad en la obra Literaria no descansaba en la singularidad y el deseo de diferenciarse, sino en la «Imitatio» como regla de oro, pues no se trata de hacer una copia vulgar sino una «Imitatio Sancta», por medio de la cual el autor imita ciertas expresiones o episodios de especial valor, a fin de que el lector, «el suave lector», sepa en qué clave está cifrado un pasaje determinado o algunas palabras. Cervantes tiene el poder y la inteligencia de imitar y lo muestra con honor, lo que nuestros contemporáneos consideran plagio en muchos casos son avisos para navegantes, guiños y complicidades.
La dialéctica entre las cosas como son (Edad de Hierro) y las cosas como deberían ser (La Edad de Oro) -Siglo de Oro- ha dado lugar a una rebeldía muy española: la de ir contra la precariedad y el desamparo de la condición humana y ha alimentado la espiritualidad de nuestro pueblo, hasta la irrupción de la modernidad, cuyos únicos dioses son el dinero y consumismo. Hoy ha desaparecido casi por completo esta rebeldía, útil desde la perspectiva espiritual, la de aquellos hombres que se aliaron con Dios para rebelarse contra la Muerte.
Tradición Cabalística
Queremos poner de relieve el conocimiento de Cervantes sobre la Tradición Cabalística hebrea. Figuras de ascendencia hebrea, como Fray Luis de León, santa Teresa o Benito Arias Montano, bebieron de las fuentes Hebreas de la cultura Hispánica (Zohar) y que en aquella época debía ser cultivada con extrema precaución.
La época de Cervantes es brillante pero conflictiva, pues los hombres de finales del XVI y comienzos del XVII ya no viven en aquella España abierta del Renacimiento donde era posible el humanismo y la recuperación de los clásicos, donde el objetivo era no crear nada nuevo sino rescatar la herencia en peligro de extinción. Nebrija nos recuerda: «El caos vuelve al mundo cuando desaparece la revelación» y advierte: » Si abandonamos la palabra revelada original, moriremos sin remedio».
La vitalidad cultural y espiritual tenía una triple componente: Hebrea, Griega y Latina. Cervantes es maestro de este arte del doble decir oculto en que lo judío aflora una y otra vez a lo largo de su obra. Por aquel entonces circulaba un refrán que decía: «la flor de Castilla es de casta judía», la clase dirigente rica, culta y poderosa era judía, o contaminada por el judaísmo, la clase rural, ignorante, era de linajes limpios y bolsillos vacíos.
¿Fue Cervantes de ascendencia judía? Muy posiblemente no, pero sí lo fue algún antepasado suyo, lo que sí es cierto es que su obra rezuma tradición hebrea, aunque no solo bebió de la tradición Mosaica, sino también de la cultura clásica, Homero, Dante, Virgilio, etc… Autores italianos del renacimiento, y amalgamó con fortuna el legado cultural y espiritual de occidente donde lo hebreo ocupa un lugar preferente.
Leandro González y Enrique Fontanillo añaden que Cervantes era un judío de Sanabria, comarca limítrofe con Portugal (Zamora) donde se refugiaron los judíos tras la expulsión en 1492, donde hoy en día, aún existe un pueblo llamado Cervantes.
La fórmula «al suave lector», es decir, al buscador sutil, al que pueda comprenderlo en sus textos, parece imitar la del gran Cabalista gerundense Rambán, que al terminar una explicación siempre afirmaba «Y el inteligente Comprenderá…»
No debemos olvidar que el pensamiento hermético estaba muy enraizado en la España de los siglos XVI y XVII, pues, aunque solo se mostrara de forma discreta formaba parte del marco de creencias y valores de aquellos hombres y de su universo mental y espiritual y de la búsqueda tangible de Dios.
Quienes lo consiguieron murieron cuerdos y vivieron locos, pues obtuvieron el don de la buena muerte que conduce a la vida eterna.
Deja una respuesta