Plantar árboles
Autor: Mª Dolores F.-Fígares
Ésta es la época, es el momento de plantar árboles. Tras las terribles imágenes de los montes ardiendo, que por desgracia se reproducen todos los años, la sencilla escena de los nuevos tallos, recién plantados, pone un contrapunto a la barbarie de la destrucción, tantas veces intencionada, de nuestros bosques, tantas veces movida por el odio o el resentimiento.
Los programas de voluntariado medioambiental que está desplegando nuestra Asociación en muchos puntos de nuestro país en estos primeros días del mes, se están centrando en buena medida en organizar plantadas de árboles, la mayor parte en zonas especialmente protegidas y donde el equilibrio ecológico es frágil y necesitado de cuidados. Muchos ciudadanos de todas las edades se incorporan a las convocatorias, conscientes de que hace falta la aportación del pequeño grano de arena de cada uno. Ese gesto desinteresado es además muy necesario pues es tal el peligro de desertificación en nuestro territorio que no hay presupuesto estatal que pueda afrontar un plan de la envergadura que se necesita, a base de pagarlo con dinero. Se precisa el esfuerzo de muchos voluntarios que están dispuestos a plantar árboles, sin desmayo y con la constancia que requiere la suma de muchos pocos.
Pretendemos con estas acciones difundir una actitud comprometida con nuestro entorno natural, una implicación individual y colectiva en el cuidado de la naturaleza, tan frecuentemente castigada por el abandono y la desidia. Hay que considerar también lo enriquecedor que resulta una experiencia sencilla y antigua, como lo es hundir en la tierra los cepellones de esos jóvenes árboles, que con el tiempo darán sombra y vestirán la tierra desnuda y quemada. La vida de las ciudades suele privarnos de esas habilidades y es muy saludable que podamos recuperarlas. Plantar un árbol tiene algo de mágico y simbólico. Es como hacer que arraigue la esperanza y la salud a nuestro alrededor. Es un gesto ejemplar, digno de ser imitado.
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