El I Ching
Autor: Javier Blay
Índice
El clima de desconcierto espiritual que caracteriza la Era Contemporánea, unido a una fuerte atracción por los conocimientos orientales y por las artes adivinatorias en particular, ha ocasionado una casi asombrosa divulgación del I Ching en Occidente, aunque lógicamente no haya ido acompañado de una verdadera comprensión de sus enseñanzas.
Se buscan respuestas sobre nuestra vida o nuestro destino, y para ello no se duda en consultar el Tarot o la Astrología. Claro que muchos de los que dicen conocer estas artes adivinatorias no son más que farsantes que pretenden ganar dinero fácilmente.
Es lógico que ante tanta superficialidad existan también muchos escépticos que no crean en los oráculos o artes adivinatorias, que en la antigüedad eran consideradas ciencias sagradas.
El I Ching (que ha de pronunciarse yi-quing) significa el “Libro de las Mutaciones”, y ha sido y es el oráculo por excelencia en la cultura china, desde la más remota antigüedad hasta nuestros días.
Este libro milenario es único en más de un sentido: es al mismo tiempo un libro y una herramienta, un cruce de ciencia y ética, una fuente de sabiduría y un oráculo.
Por ello no es extraño que demuestren el mayor interés por este libro y le dediquen con frecuencia años de estudio e investigación, por un lado científicos, historiadores y sinólogos, y por otro filósofos, sacerdotes y eruditos de la historia de las religiones.
Confucio, que recopiló, ordenó e infundió un nuevo espíritu a la sabiduría tradicional china (solía decir: Nada he creado, solo retransmitido), recogió y conservó el I Ching, convertido en uno de los cinco clásicos, los cinco venerables, y el único que escapó a la terrible quema de libros ordenada por el emperador Che Muang Ti en el año 213 a.C. y a la revolución china del siglo XX (Mao Tse Tung lo conocía desde la infancia).
Este libro era considerado parte de las escrituras sagradas de la tradición china, y es indiscutiblemente uno de los más importantes de la literatura universal. No solo inspiró a Confucio, el cual decía al final de su vida que le gustaría poder disponer de cincuenta años más para dedicarse al estudio de este enigmático texto; el Taoísmo de Lao Tse también está inspirado en el I Ching.
El texto del I Ching es uno de los grandes libros poéticos. Su original está redactado en chino. La traducción de Richard Wilhelm (se conocen más de treinta traducciones) es la versión que más deja traslucir la arcaica belleza del texto. Wilhelm estudió el sistema durante los primeros años del siglo pasado, con la ayuda de su maestro el sabio chino llamado Lao Nai Suan, y publicó su propia traducción completa, con un comentario, para hacerlo más accesible a la mentalidad occidental. Esta traducción se sigue reimprimiendo todavía y sigue siendo la más completa y valiosa de las que se han hecho.
Origen del I Ching
Sus comienzos se remontan a la antigüedad mítica. De hecho, casi todo lo que a lo largo de la historia china, que abarca miles de años, ha surgido en materia de grandes e importantes pensamientos, aparece, en parte, suscitado por este libro.
En la literatura china se señalan cuatro sabios como autores o colaboradores en la creación del I Ching, que ha ido madurando con el correr de los tiempos. El primero sería Fu Hi, una figura mítica que escribió los 8 trigramas fundamentales, en los cuales se basa el sistema del I Ching.
Cuenta la leyenda que se le aparecieron en el caparazón de una tortuga (hay que considerar que se utilizaba el caparazón de las tortugas para las artes adivinatorias de un oráculo aún más antiguo). Otra versión pretende que el mítico soberano vio salir de un lago un curioso dragón que llevaba en el lomo ciertos signos que se apresuró a copiar, y en los que se encerraba el secreto de la transformación.
El I Ching es, pues, en su origen un libro sin palabras, compuesto por ocho signos o trigramas (tres trazos yin y tres trazos yang) que constituían una representación simbólica del Universo y su evolución.
Y no hay más hasta que aparece el Rey Wen (siglo XII a.C.), el antepasado de la Dinastía Chou, quien escribió las breves sentencias o Dictámenes de cada hexagrama. Su hijo, el duque de Chou (considerado por Confucio modelo de toda perfección), escribió el texto dedicado a las líneas o trazos individuales.
El Rey Wen y el duque de Chou dotaron así de claros consejos para una correcta actuación a los hexagramas y trazos individuales, hasta entonces mudos.
Posteriormente, Confucio y su Escuela, basándose en estos Dictámenes, llevaron a cabo “adiciones y explicaciones”, punto de partida de los comentarios o “alas” que fueron yuxtaponiéndose a la obra.
El libro se utilizaba como materia oracular durante todo el período de los Chou, con el nombre de Las Mutaciones de Chou (Chou I).
Dualidad
El I Ching se fundamenta en los dos principios básicos de lo luminoso y lo oscuro. Con estos elementos se construyen los hexagramas.
Encontramos la polaridad, la acción y la reacción, en toda la Naturaleza: en el calor y el frío, el flujo y reflujo de las aguas, lo masculino y lo femenino, la inspiración y la expiración… un dualismo inevitable divide en dos la Naturaleza, de modo que cada cosa es una mitad y sugiere la otra mitad para formar la totalidad.
Estos conceptos yin y yang de la filosofía taoísta ya se encontraban como fundamento del I Ching.
El T´ai Ch´i, la unidad primordial, al descender a la dualidad, el yin y el yang, producía los cuatro diagramas, que al añadirle un tercer elemento daban los ocho trigramas o Pa Kua.
Toda dualidad exige un tercero que resuelva, un plano situado por encima de los opuestos, que actúe como catalizador permitiendo un estado de equilibrio entre ellos.
En el Tao Te King esto se expresa así: “Todas las cosas están respaldadas por la sombra (Yin), enfrentadas por la luz (Yang) y armonizadas por el aliento inmaterial (Ch´i)”.
El Wu Wei, principio anterior al comienzo original, se diseñó en forma de círculo, y T´ai Ch´i fue luego el círculo subdividido en luz y tiniebla, Yin y Yang, aunque dentro del principio oscuro se encuentra la semilla de la luz, y a la inversa, lo que hace que los mundos se renueven constantemente para alcanzar el equilibrio, la armonía.
T´ai Ch´i significa literalmente la “viga maestra”, la “viga principal”. Con ella aparece, como hemos dicho, la díada, la dualidad, yin y yang, el mundo de los opuestos. Yin, en su significado primero, es lo nuboso, lo turbio; Yang significa un estandarte que ondea a pleno sol, de modo que se trata de algo luminoso, claro.
Los dos conceptos fueron transferidos a las laderas iluminada y oscura (esto es, al sur y al norte) de una montaña o un río. De ahí las expresiones se trasladaron al I Ching, donde se habla de lo firme y lo blando, o de lo luminoso y lo oscuro, pero son los mismos conceptos Yin y Yang.
Un hexagrama está compuesto por seis líneas o trazos, que pueden ser luminosos u oscuros, yin o yang. Estos trazos pueden permanecer quietos, con lo cual sirven para edificar el hexagrama, o pueden estar en movimiento, con lo cual un trazo yin mutante se transformará en su opuesto yang y a la inversa. Al moverse estos trazos, disuelven el hexagrama y lo transforman en otro.
Las fuerzas primarias (Yin, Yang) no llegan a detenerse, sino que el movimiento cíclico actúa de forma continua buscando el equilibrio, y así, cuando se llega a la máxima expresión Yang, ésta engendra el Yin y viceversa.
Los dos primeros hexagramas, Ch´ien, “Lo creativo”, y K´un, “Lo receptivo”, se muestran como representantes de las dos fuerzas primarias polares.
Interpretación del I Ching
Los ocho Trigramas
El I ching considera al hombre como un microcosmos, y por lo tanto una misma enseñanza o Ley de la naturaleza se puede aplicar tanto al hombre como al resto del Universo.
Los 64 Hexagramas se deben considerar compuestos por dos trigramas. Estos trigramas deben tenerse en cuenta para la interpretación de acuerdo con los diversos aspectos de su naturaleza.
En cuanto a los 8 trigramas, fueron concebidos como imagen de lo que sucedía en el cielo sobre la tierra.
Estas ocho imágenes obtuvieron polifacéticas expresiones, ya que representaban ciertos procesos de la Naturaleza en esencia. Representaban además una familia compuesta de padre, madre, tres hijos y tres hijas, no en un sentido mitológico, como se ve en los dioses del Olimpo, sino en un sentido abstracto según el cual no se representan cosas, sino funciones.
Si recorremos estos ocho símbolos considerando que forman el fundamento del I Ching, obtenemos:
Los trigramas se asignan también a los ocho puntos cardinales de la rosa de los vientos. Estos ocho trigramas fundamentales son símbolos, imágenes, ideas, y en ocasiones representan partes del cuerpo humano, animales simbólicos, cualidades de la naturaleza. No hay que olvidar que el I Ching considera al hombre como un microcosmos, y por lo tanto una misma enseñanza o Ley de la naturaleza se puede aplicar tanto al hombre como al resto del Universo.
Estos ocho signos o trigramas no son estáticos, sino símbolos de cambiantes estados de transición, imágenes que permanentemente se transforman. Aquí se nos presenta la idea fundamental de la mutación, recogida en Egipto en el principio del Kybalión que nos dice: “Todo vibra, nada permanece estático”.
Los trigramas se combinaron de dos en dos, obteniendo así sesenta y cuatro. Los trazos de cada hexagrama se conciben susceptibles de mutación. Cada vez que un trazo emprende la mutación (el cambio de un trazo yin a yang y a la inversa), el estado representado por un signo se va transformando en otro.
Los Hexagramas
Los hexagramas constituyen imágenes representativas de estados o situaciones universales, reales, con sus combinaciones entre la fuerza luminosa, celeste, y la oscura, terrena. Dentro de estos hexagramas se da la posibilidad de modificación y transformación de los trazos individuales, de tal modo que cada uno de los signos se puede transformar en otro, como ocurre en el perpetuo cambio de las situaciones de la vida.
Los hexagramas ofrecen las imágenes de los estados del mundo en general, mientras que las líneas individuales señalan, dentro de esas circunstancias globales, las cambiantes situaciones singulares.
Los principios del Universo son el cielo y la tierra, el espíritu y la materia. La tierra es lo derivado, por eso se le adscribe el número dos. El cielo es la unidad última, que sin embargo comprende a la tierra dentro de sí, por eso se adjudica el número tres, ya que el uno lo abarca todo y es una entidad demasiado abstracta e inmóvil. Conforme a esta concepción se continuó luego adjudicando los números, impares al mundo celeste, y los números pares al mundo terrenal.
Un hexagrama tiene 6 puntos o líneas, que se empiezan a construir, y por lo tanto a contar, de abajo hacia arriba, de tal forma que los puestos 1, 3 y 5 son puestos luminosos (distinguidos), mientras que los puestos 2, 4 y 6 son oscuros (ordinarios). La línea firme se representa mediante un trazo indiviso (–) que corresponde al principio luminoso, y la línea blanda, mediante un trazo quebrado (- -) que corresponde al principio oscuro (yin).
Las decisiones (sentencias o Dictámenes que dio el rey Wen,) se refieren en cada caso a la imagen representada de la situación total.
Las sentencias de las diferentes líneas individuales son del duque de Chou y se refieren a las modificaciones o a las distintas posibilidades que tienen lugar dentro de la situación total.
En los Dictámenes o sentencias encontramos en numerosas ocasiones las palabras ventura, desventura, arrepentimiento y humillación. Esto significa que cuando la orientación de la acción concuerda con las leyes universales, esto conduce a la conquista de lo que nos proponemos (ventura); lo contrario es desventura.
Si la dirección tomada originariamente era equivocada pero uno lo advierte y cambia arrepentido, esto provoca la tristeza, pero no habrá desventura, mientras que si la dirección era correcta pero uno cae en la indiferencia, se pasa de la ventura a la humillación, que contiene una llamada a la precaución, a no seguir por el camino errado.
En otra clasificación de los puestos, los más elevados son distinguidos, mientras que los de abajo, los primeros, son ordinarios. Así tenemos que el puesto más alto (el sabio) y el más bajo se hallan en cierto modo fuera de la situación, ya que en el primer trazo la acción solo comienza su despliegue y en el último lo concluye.
El segundo y el cuarto puesto serían funcionarios, o bien, en un contexto familiar, hijos o mujeres. Entre ellos el cuarto sería el más elevado, el ministro, y el segundo el más ordinario.
Los puestos tercero y quinto ocupaban posiciones de autoridad, el tercero por hallarse en la cumbre del trigrama de abajo, y el quinto en cuanto regente del hexagrama.
Los hexagramas también poseen dos clases de regentes; el constituyente ç, que es aquel trazo que confiere al signo su sentido característico, y el regente gobernante, que normalmente es el quinto puesto.
Debemos tener en consideración además la posición de los signos en su mutua relación. El trigrama inferior se halla abajo, adentro, atrás; el superior, arriba, afuera, adelante.
Los trazos acentuados en el trigrama superior se designan siempre como “salientes”, los del inferior como “entrantes”.
Hay que tener en cuenta también los trigramas nucleares, formados por las cuatro líneas centrales del hexagrama (inferior 2, 3 y 4 y superior 3, 4 y 5)
En el I Ching se encuentra el sentido del Cielo, el sentido de la Tierra y el sentido del hombre. Reúne estas tres potencias y las duplica, por eso hay seis trazos. Los seis trazos se distribuyen: primero y segundo, la tierra; tercero y cuarto, el hombre; quinto y sexto, el cielo.
El Oráculo
El objetivo original de los signos o hexagramas del I Ching lo constituía la indagación del destino.
El método tradicional para consultar el oráculo se valía de una varilla o tallos de milenrama, un método que guarda un gran simbolismo.
También existe un método abreviado con monedas (mucho más utilizado hoy en día), para el cual se utilizan normalmente antiguas monedas chinas de bronce, que tienen un agujero cuadrado en el medio y escritura en cada una de sus caras.
Se toman para ello tres monedas que se tiran simultáneamente. Una de estas tiradas es una línea. La Cara es el símbolo Yang, que vale tres, y la Cruz el símbolo Yin, que vale dos.
Veamos un ejemplo: se agitan monedas, se tiran simultáneamente y se suman sus valores numéricos. Hay cuatro valores posibles: 6, 7, 8, 9.
Cada tirada da un trazo y se construye el hexagrama desde abajo hacia arriba. Cuando en el hexagrama así obtenido se encuentran uno o más trazos móviles (9 ó 6) se toman además en cuenta las palabras adscritas al correspondiente trazo por el duque de Chou.
De este movimiento de los trazos de esta mutación (donde un trazo Yin se transforma en Yan y viceversa), se forma un nuevo hexagrama que también debe considerarse, pues el primero nos hablaría del momento presente y el segundo de la situación final.
Como dirían los antiguos chinos, “cada hombre tiene su Tao”, su camino, y lo mejor para él es seguirlo. El oráculo lo pone en contacto con el Tao de las leyes universales y le señala así su propio camino, nada fácil de dilucidar en los momentos difíciles.
El Yin-Yang
Imagen simbólica de la transformación cíclica de la naturaleza y la expresión de los opuestos, este milenario símbolo contiene las bases de la filosofía china. La idea de lo oscuro y lo luminoso simbolizado en un círculo cuya mitad es blanca y la otra negra, conteniendo cada parte un pequeño punto del color de su opuesto. Significa que cada vez que cada una de las partes alcanza su límite, contiene la semilla de su contrario. Esta concepción nos lleva a entender que no hay nada estático en el Universo, que la vida está en continua transformación.
A partir de esta idea y en base a las múltiples combinaciones de los pares de opuestos, se desarrolló un complejo sistema de arquetipos que componen el I Ching o Libro de los Cambios.
Nombre | Cualidad | Imagen | Familia |
Ch´ien: lo creativo | fuerte | el cielo | el Padre |
K´un: lo receptivo | abnegado | la tierra | la Madre |
Chen: lo suscitativo | movilizante | el trueno | el Hijo Mayor |
K´an: lo abismal | peligroso | el agua | el Hijo del Medio |
Ken: el aquietamiento | quietud | la montaña | el Hijo más Joven |
Sun: lo suave | penetrante | el viento | la Hija Mayor |
Li: lo adherente | luminoso | el fuego | la Hija del Medio |
Tui: lo sereno | alegría | el lago | la Hija más Joven |
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