Con el propósito de rescatar para las nuevas generaciones algunas enseñanzas del pasado en materia de agricultura, se vienen realizando, en las cercanías de Pasto Grande, Bolivia, experimentos científicos, cuyos resultados causan asombro a los estudiosos, pues se están poniendo al descubierto técnicas de cultivos utilizadas por diferentes culturas surgidas en esta región de América que permitieron alimentar eficientemente a poblaciones que, en su apogeo, tenían varias decenas de miles de personas.

Nueva Acrópolis - TiwanakuCientíficos del Instituto Nacional de Arqueología con base en la ciudad de La Paz, han constatado en los últimos meses la alta efectividad de los sistemas de cultivo utilizados hace varios siglos por los antiguos agricultores de Tiwanaku, cuyos resultados han permitido hasta ahora cuantificar las diferencias existentes entre la producción agrícola tradicional que se mantiene en la actualidad, con la utilizada entre los años 750 d.C. y los siglos de la colonia española.

Por el sistema de terrazas, más conocidas como «takanas», los agricultores de Tiwanaku primero, de Pacajes después, posiblemente los Mollo y, finalmente, los Incas, quienes ampliaron las terrazas y reutilizaron las ya existentes, tenían la misión de asegurar la alimentación de poblaciones asentadas en toda la región del actual territorio boliviano. Las «takanas» son en realidad terrazas construidas en las laderas de los cerros que se encuentran en la región de Pasto Grande, a unos 150 Kilómetros de la ciudad de La Paz, en plena cordillera de Los Andes, concretamente en la parte posterior del majestuoso nevado Illimani que caracteriza a la ciudad sede de gobierno en Bolivia.

Los antiguos habitantes de estos parajes construían las «takanas» utilizando la piedra laja, rica en la zona cordillerana. Amontonando las placas de esta piedra en las laderas de las estribaciones cordilleranas, formaban muros en los que se vertían tierras aptas para el cultivo. Un alto conocimiento de hidráulica que hasta hoy ha sorprendido a ingenieros especializados, permitió, ya en ese tiempo, la construcción de redes de riego que distribuían eficientemente, y en forma controlada, las aguas de deshielo que bajan desde las altas montañas, de tal manera que daban a los cultivos el máximo de efectividad con un máximo de rendimiento de las tierras así habitadas.

Siglos después un grupo de trabajadores que abría un camino alternativo a la región de los Yungas de La Paz por esta parte del territorio, encontraron estas terrazas en muy buen estado; sin embargo, por desconocimiento, afectaron con las máquinas algunas de éstas. Una acción gubernamental permitió la suscripción de un convenio para la reparación de las terrazas afectadas y, lo que es más importante, el trabajo de científicos en la zona con el propósito de rehabilitar estas «takanas» y sus canales de riego con el fin de comprobar la efectividad de los trabajos que realizaban los ancestros del actual habitante andino.

Los resultados fueron óptimos; el rendimiento de las «takanas» en la producción de papa, maíz, arracacha y walusa fue de un 20 por ciento superior a la de los cultivos actuales, mostrando la efectividad de los métodos de estos agricultores ancestrales. Las terrazas están distribuidas en una vasta región, lo que hace suponer una gran producción, apta para abastecer grandes conglomerados humanos. Por supuesto, estas «takanas» no eran la única fuente de abastecimiento de esas poblaciones, pues, con similares o superiores rendimientos, fueron rehabilitadas en el pasado reciente, otro de los prodigios de la agro-arqueología, los ya famosos «sukakollos» o «camellones» descubiertos en la región altiplánica del departamento de La Paz, en la zona que bordea el lago Titicaca, el más alto de nuestro planeta.

A diferencia de las «takanas», en los «sukakollos» se empleaba otro tipo de técnica, pues, además de estar construidos en lugares planos y muy fríos como lo son los altiplanos bolivianos, empleaban también otro tipo de riego que humedece la tierra en proporciones exactas a las que necesitan los cultivos, creando además microclimas a su derredor, lo cual evita que las heladas propias del lugar afecten las plantaciones. Los experimentos en los «sukakollos» han dado altos rendimientos tanto en cantidad como en calidad, especialmente en la producción de tubérculos como la papa, la oca y otros. Esta técnica ya está siendo empleada por algunas comunidades asentadas en la zona lacustre del altiplano boliviano.

Volviendo al tema de las «takanas» diremos que su descubrimiento permitió a la vez, el hallazgo de ruinas como las de Inkalakaya, ubicadas aproximadamente a hora y media de Pasto Grande rumbo a poblaciones de La Plazuela, las cuales forman parte de las 19 ciudadelas encontradas en toda esa rica región. Estas ciudadelas eran utilizadas seguramente por élites de administradores de la producción agrícola que controlaban el abastecimiento de los conglomerados humanos asentados en la zona de Tiwanaku. Estos administradores formaban parte de un sector privilegiado en las sociedades tiwanakotas, lo cual se deduce de los pocos restos encontrados en sus tumbas, gran parte de las cuales fue objeto de saqueo.

Para evitar mayores daños a este valioso patrimonio de la época de Tiwanaku y culturas posteriores, se organizaron Comités de Defensa del Patrimonio Cultural integrados por los propios pobladores de la región. También se encuentran templos ceremoniales (kallankas), construidos por los incas con fines religiosos, muchos de los cuales aún presentan vestigios de revoque en las lajas que forman su estructura.

En Pasto Grande, las investigaciones en el campo de la agroarqueología continúan y, aunque lentas, arrojan resultados positivos y rescatan técnicas que podrían solucionar, en el futuro, las necesidades cada vez mayores de la población mundial. Mientras tanto y para proteger esta importante riqueza cultural, el gobierno boliviano ha declarado a Pasto Grande Monumento Nacional.