En un momento en que la crisis es el tema más hablado en las noticias, y la vida de las personas se ve cada vez más afectada por ella, la única salida que hay en la mesa como propuesta es el tan deseado crecimiento económico. Con dicho crecimiento económico será posible mantener una cantidad mayor de deuda y asumir de este modo los intereses crecientes. Al mismo tiempo, se nos dice, que, en relación directa, la calidad de vida crecerá con la economía. Porque el dinero es la fuente de todos los bienes.

Nueva Acrópolis - Soluciones del mundoDe lo que no se habla tanto es de que la Tierra tiene recursos limitados, y que por ello no será posible mantener un crecimiento en términos materiales como el que ha sido perseguido durante el último siglo. Al mismo tiempo en que se deterioran las relaciones humanas y que los valores morales pasan a un plano secundario, nuestro planeta ha sido explotado sin ningún tipo de respeto, y contaminado por la producción excesiva de bienes materiales y alimenticios, de cuya casi totalidad tan solo disfruta el treinta por ciento de la población mundial. Crecen los barrios de lata, el número de los sin techo, la polución, la escasez de agua y las enfermedades en los países del cuarto o quinto mundo, mundo ese que permanece escondido para gran parte de las personas cultas e instruidas de los países desarrollados.

Además, todo el mundo sabe que el valor de la vida, de una vida con calidad, no depende de aquello que tenemos, sino principalmente de aquello que somos y de las relaciones que mantenemos con los otros. Todo el mundo sabe esto, pero todo el mundo parece continuar en las viejas formas de vida, encuadrados en el viejo modelo de civilización que nos trajo a este punto. Es muy difícil ver una alternativa, vislumbrar un nuevo mundo que sea mejor.

Claro que, como filósofos, no debemos detenernos en los efectos superficiales de los problemas del mundo. Un filósofo quiere siempre ir más hondo, quiere ir a la raíz del problema, no solo para entenderlo, sino también para encontrar soluciones. Un filósofo sabe que una solución no es una fórmula mental, no es un concepto que se piensa. Una solución es una acción constante de las causas de un problema, una acción que se convierte ella misma en causa que sustituye y finaliza con la causa del problema que debe ser resuelto.

Un problema que ya señalamos en el mundo actual es la dependencia que la vida tiene del dinero, del sistema económico en crisis; que los sistemas no permiten que tengamos más dinero para vivir mejor. Pero, como filósofos, afirmamos que vivir con menos no es sinónimo de vivir peor. La mayor pobreza es que alguien se sienta sin valor solo porque no tiene dinero, solo porque no tiene empleo. Todos los seres humanos tienen un valor intrínseco incalculable.

Valores como la verdadera cortesía podrían sustituir la falsedad y la hipocresía; la convivencia real tiene el gran poder de llevar a la mutua comprensión, a una ayuda mutua, y a un generoso compartir, y la concordia puede unir corazones en la búsqueda de un ideal de caminar juntos en la misma dirección, una dirección que sabemos difícil pero que intuimos cierta.

El dinero no es causa de nada. No es el dinero el que crea el hambre ni el hambre el que crea el dinero. Cualquier causa de cualquier problema humano está siempre en lo humano. ¿Cuánto dinero estaríamos dispuestos a recibir para pasar un mes de hambre extrema? ¿O por beber agua contaminada? ¿O por vivir en la calle durante el invierno? ¿Cuál es el valor de una vida? Estas preguntas no tienen sentido ni tienen respuesta cuando nos referimos a nuestra vida, pero todos sabemos que hay personas en el mundo con muchas dificultades en obtener comida, agua y un sitio digno para vivir. ¿Qué estará sintiendo una de estas personas en este momento preciso? ¿Qué sueños y aspiraciones tendrá en su vida? ¿Qué le hará sonreír?

También habrá, en este lado del mundo, quien sufra en la más pura soledad de su riqueza y de su mansión. Ambas, por ser seres vivos, tienen necesidades circunstanciales que el planeta puede proporcionar, pero también tienen, por ser seres humanos, necesidades esenciales que solo otras personas, con amor, comprensión, y generosidad, pueden ofrecer. El mundo no es pobre en valores circunstanciales. El mundo es pobre en valores esenciales. Tal vez si dos personas se encontrasen unidos a miles de kilómetros por un ideal de fraternidad, tal vez ahí pudieran colaborar en la creación de un mundo nuevo y mejor.