Estos días ya cortos del otoño, en muchas ciudades, se instalan ferias de libros antiguos y de ocasión, cita ineludible de los amantes de la lectura. El mercado editorial, tan voraz y agresivo como todos los demás, arrincona a los almacenes muchos títulos valiosos que no consiguieron despertar la demanda de los compradores de novedades con la rapidez necesaria y ahora resurgen, apareciendo entre las estanterías de las casetas, como una segunda oportunidad de encontrarse con sus legítimos destinatarios.Encuentro con los libros

Sin olvidar a los nobles ejemplares que, tras rendir servicio en las bibliotecas, vuelven a la calle, a ofrecerse a la pasión de los coleccionistas, buscadores de rarezas, luciendo orgullosos el buen hacer de sus editores antiguos y el haber sabido sobrevivir al paso del tiempo.

Rebuscando entre títulos y autores y a salvo de las operaciones publicitarias que tanto abundan, rescatamos aquellas obras que habíamos perdido la esperanza de encontrar, pues la temible descatalogación las había arrebatado de nuestro alcance, como si nos encontráramos con amigos a los que echábamos de menos. Otras veces, son ellos, determinados libros, los que nos llaman, invitándonos a la sorpresa de los descubrimientos, sin las recomendaciones de los anuncios de los más vendidos.

Este nuevo ciclo de la naturaleza, que parece invitar al recogimiento, es un buen tiempo para renovar nuestra relación con los libros, y volver a leer aquellos que nos acompañaron en momentos decisivos, iluminando nuestra existencia, o también ofrecernos a la posibilidad de abrirnos a nuevos hallazgos que vendrán a enriquecer nuestro mundo interior. Recuperar la serenidad de la lectura es la mejor opción para sedimentar lo vivido, lo imaginado y saber llegar al otro lado de las apariencias, tantas veces engañadoras.