En un mundo cada vez más globalizado, en el que el flujo de la información y la comunicación alcanza dimensiones universales, cada vez se hace más necesario encontrar puntos de coincidencia, o de armonía entre las culturas, las religiones, los pueblos, cada vez se hace más evidente la aspiración, también global, de lograr el entendimiento que lleve a la paz.

La humanidad lleva milenios aprendiendo la cultura de la guerra, con los resultados que todos conocemos y ahora se va abriendo paso entre las conciencias la conveniencia de elaborar una cultura de la paz. Como decía Federico mayor Zaragoza, ex secretario general de la UNESCO, hay que sustituir el viejo lema romano de “si quieres la paz prepárate para la guerra” por “si quieres la paz, prepárate para la paz”. Esto significa que hay que elaborar una cultura de la paz, que hay que pensar la paz.

Uno de los primeros pasos debería ir en el sentido de identificar aquellos valores morales que todas las culturas, religiones, etnias, puedan reconocer como propios y a la vez compartirlos con los demás en un diálogo continuo, para el cual también hay que prepararse, en el marco de esa nueva cultura de la paz de la que estamos hablando.

Nueva Acrópolis lleva más de sesenta años estableciendo bases firmes para que esa nueva cultura de la paz sea posible. El camino elegido ha sido en primer lugar el de la convivencia real, entre los seres humanos, sin distinción de credos o culturas, en segundo lugar mediante el estudio comparado de las diferentes tradiciones religiosas y filosóficas y por último, tratando de potenciar las cualidades que cada individuo lleva dentro de sí para que de esta manera, conseguir una mejora real y perdurable de nuestro entorno social, es decir, de este mundo globalizado. La puesta en práctica de estos principios en todo el mundo nos ha demostrado que es posible recorrer el camino que lleva hacia la paz y la concordia en medio de la diversidad de los seres humanos. Como decían los sabios antiguos “e pluribus unum”.

Somos conscientes de que el escepticismo acecha y muchos cuestionan la viabilidad de tan elevadas propuestas y principios, o incluso dudan de su sinceridad. Pero también sabemos que solo quienes no desfallecen en la búsqueda de los grandes ideales son los que consiguen un poco más de justicia y felicidad para la Humanidad.