Índice

“2:9 Dios el Señor hizo que creciera toda clase de árboles hermosos, los cuales daban frutos buenos y apetecibles. En medio del jardín hizo crecer el árbol de la vida y también el árbol del conocimiento del bien y del mal.”

“2:15-2:17 Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara, y le dio este mandato: “Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocí[1]miento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás.”

Génesis

“Quien fue expulsado del Reino de la verdad, no podrá ser considerado como un hombre feliz.”

Séneca

 

Introducción

El hombre busca de manera innata la verdad, aunque ésta conlleva a menudo una búsqueda del bienestar. La verdad, la individualidad del hombre, su personalidad y bienestar están estrechamente relacionados, hasta el punto de poder afirmar como Séneca, que el suelo de la verdad es el único suelo donde el hombre con seguridad puede construir su personalidad sin que ésta lo derroque y de manera que sea un vehículo perfecto para el Ser. Cuando esto se logra, la misma se convierte en el canal de riego que el ingeniero diseñó, canalizando las aguas de la vida. Cuanto más perfecta sea esta construcción, más libre será el flujo de agua, más libre será el flujo de la individualidad humana. A su vez, cuanto mayor sea el flujo de la individualidad humana, mayor será el bienestar del hombre.

Árbol del mundo escandinavo Yggdrasil

El hombre, a diferencia de cualquier otro ser vivo, puede participar conscientemente en el trabajo constructivo de sí mismo, cuyo objetivo es llegar a ser un vehículo perfecto para el espíritu que lo anima. Su Ser, perteneciendo al reino humano, también le plantea como deber la ayuda al prójimo, ayuda en el verdadero sentido de la palabra, es decir, educación, lo cual implica despertar al exterior lo mejor de cada ser.

La verdad es un bien propio del hombre, es el único bien que puede reclamar como suyo en esta vida y que nunca perderá, ni siquiera en la muerte, al contrario de todos los demás bienes.

Es la conciencia de la verdad la que le permite elegir, la que le permite desarrollar su libre arbitrio y superar la aparente ilusión del bien y del mal. Ella ilumina su mente como una luz, y con eso revela todas sus virtudes y todas sus imperfecciones. La verdad lo hace crecer, lo hace libre de viejos grilletes, lo hace ser un hombre nuevo. Con la verdad en su corazón, el hombre muere cada día para renacer de nuevo como una persona mejor.

La ciencia y la filosofía, son hermanas, son dos aspectos de una misma cosa, ambas buscan la verdad, son pasos en el camino que conduce a la iluminación y elevación del hombre.

 

El saber científico y el saber filosófico

Musa Calíope

El concepto actual de ciencia, fuertemente marcado por el positivismo, tiene su origen en el estudio segmentado de la naturaleza realizado por Aristóteles, que pretendía con ello conocer en mayor profundidad los fenómenos y sus causas. Esta actitud también condujo a la actual multiplicidad de ciencias que poseemos, donde la especificidad de las mismas ha llegado a tal grado, que indujo a sus simpatizantes a la pérdida de puntos de conexión con las restantes vías de conocimiento como son la religión, el arte y la política.

En el sentir común, los conocimientos científicos y filosóficos, o mejor dicho, la ciencia y la filosofía, «a priori” parecen ser cosas diametralmente opuestas, no participando en simultáneo en el proceso de conocimiento de la verdad y en la aplicabilidad de la misma. ¿Pero será así?

Expondremos los conceptos de lo que se entiende por ciencia y por filosofía en nuestros días, y los conceptos clásicos de las mismas. Posteriormente, intentaremos resolver el aparente contraste entre las dos demostrando que son una.

 

El concepto actual de ciencia

Podemos encontrar varias definiciones sobre lo que es la ciencia, tales como:

“La ciencia es el esfuerzo para descubrir y aumentar el conocimiento humano y cómo el universo humano funciona.” 1

“La ciencia es el conocimiento o un sistema de conocimientos que incluye las verdades más amplias y posibles, así como la aplicación de las leyes científicas derivadas; ambas específicamente obtenidas y probadas a través del método científico.” 2

“La ciencia es el conocimiento claro y evidente de algo, fundado sobre principios claros y demostraciones, tanto en razonamientos experimentales, como sobre el análisis de las sociedades y los hechos humanos.” 3

“La ciencia es el esfuerzo para producir una verdadera descripción de la naturaleza. Sistematizar, significa profundizar, pesar, medir, cronometrar, argumentar, racionalizar y construir lógicamente, rechazando el subjetivismo, dejando de lado las preferencias personales y manteniendo al sujeto fuera de la cuestión.” 4

“El conocimiento científico pretende entender la naturaleza y el universo en que vivimos a través de elementos conocidos, concretos y objetivos.” 5

Todo esto nos llevaría a pensar que este concepto está bien definido. Sin embargo, nos enfrentamos con el hecho de que, incluso entre aquellos que se llaman a sí mismos científicos, no encontramos una definición clara.

Actualmente el concepto de ciencia no es universal, especialmente debido a la falta de quorum en la idea que subyace a la raíz etimológica de la palabra ciencia. Ciencia proviene del latín scientia, que se traduce como “conocimiento”, lo mismo que el verbo scire “saber”. Los entendidos reconocen que el concepto de conocimiento y de lo que se conoce son muy amplios. Desde que el hombre existe ha aprendido y ha sabido cosas en todos los campos del conocimiento, desde la física a la metafísica, desde las cosas naturales a la biología; muchas veces sin presentar una teoría, porque lo que sabían lo aplicaban a sí mismos, a los suyos o la comunidad. Y para estos entendidos de hoy, la ciencia, como un dogma, solo retrata el mundo que la razón puede justificar teniendo por base los datos que los sentidos físicos y las máquinas captan. Entonces, el saber del hombre antiguo no podría ser ciencia.

«En este proceso evolutivo de la ciencia, los supuestos básicos de la afirmación del espíritu crítico, racional e investigativo prevalecerían y se constituirían en los fundamentos de la ciencia contemporánea. El uso de la razón humana, el rechazo de los elementos mitológicos y sobrenaturales en la explicación de los fenómenos naturales, la aceptación de la relatividad del conocimiento y el uso de una metodología que incluye la observación sistemática, la rigurosa experimentación y la demostración cabal de los hechos, son elementos característicos de la ciencia actual.” 6

Como podemos ver, la ciencia también se separó claramente de todos los elementos que pueden ser considerados religiosos, sobrenaturales, míticos u otros que compiten en la explicación del mundo natural y fenoménico donde físicamente habitamos.

 

El método científico y la adquisición de conocimientos

Un punto central, que también caracteriza a la ciencia, es el método científico. Es mediante la aplicación de este método como la ciencia extrae el origen del problema, la verdad. Existen muchos esquemas que representan este método. En la figura presentamos uno de ellos:

Método científico.

 

Concluyendo, para los científicos, el conocimiento así obtenido, tiene como objetivo la construcción teórica de modelos útiles sobre nosotros mismos y sobre las cosas que nos rodean, para que podamos predecir y controlar efectos y causas.

 

El concepto actual de filosofía

Ouroboros. Santuario Dorado de Tutankhamon

Tal como encontramos en la ciencia, también para los filósofos académicos actuales es difícil definir lo que es la filosofía.

En Occidente, de la misma manera que la ciencia reivindicó el mundo físico como suyo, la filosofía reivindicó el mundo mental para sus estudios. En los últimos siglos han variado los conceptos que, tomando forma en este campo, la mente, se someten a la razón humana. Podemos observar, especialmente desde el siglo XVII, un esfuerzo de separación entre la razón y conceptos tales como Dios, alma, espíritu, o incluso mitos. Así, la filosofía de hoy es tomada por sus expertos como ciencia o instrumento para estudiar, entender y justificar creencias y valores subyacentes a nuestra conducta como individuos en la sociedad.

 

Crítica y reformulación del saber científico y filosófico

Más que una actitud o proceso particular, a nivel del pensamiento, afirmamos que la filosofía es una actitud o proceso que explica integralmente la vida.

Buscando la verdad, incorporándola y transmutándose, el verdadero filósofo es quien toma las riendas de su propia evolución, es quien camina consciente por el camino evolutivo.

Proponemos que la filosofía no es sólo el arte de pensar acerca de los conceptos, es mucho más que eso, es el arte de vivir. Operando sobre sí mismo, teniéndose como materia prima, el filósofo se construye por el modelo de las verdades físicas, mentales, emocionales, y además, por aquellas verdades más íntimas sobre su Ser, que incluso siendo tenues en su actual estado de conciencia, le revelan ese punto desde donde todo se irradia constantemente en forma de ley. Ese gran misterio, ese centro infinitamente pequeño y al mismo tiempo infinitamente grande, que asume la expresión física de un universo infinito y que, en esencia, es conocido por muchos nombres, tales como Todo, Logos, Principio, Dios, Uno, etc.

La palabra Filosofía proviene de la composición de otras dos palabras griegas, philos (amor, amistad) y sophia, (sabiduría). Pero, la sabiduría, no es el simple hecho de conocer. Aunque hoy saber y conocer son sinónimos, cada uno conduce a distintas dimensiones del hombre. Conocer, por sí solo, conduce al hombre a lo intelectual. El que conoce, posee almacenada en su mente muchas ideas y conceptos que utiliza generalmente a través de una técnica, desarrollando «estructuras” con las cuales controla su entorno. Y, si piensa mucho en sí mismo, ese control es, la mayoría de las veces, egoísta, con el objetivo de aumentar aún más el bienestar propio.

El Saber, la sabiduría, Sophia, que a su vez es un anagrama de la palabra ophis, serpiente, implica un acto más profundo y transformador en el ser humano.

Saber es conocer y vivirla verdad. Y, así como el tiempo hace crecer a la serpiente al punto de que ésta cambia de piel para poder continuar existiendo, proporcionando este acto, un nuevo periodo de experiencias y conocimientos; la vivencia de la verdad hace que el hombre crezca dentro de la personalidad, haciendo necesario que se libere de los viejos ropajes de ideas, emociones y hábitos obsoletos e imperfectos para que pueda asimilar una voluntad reformulada, con nuevos sueños e ideales que le hagan caminar por nuevas sendas hasta una expresión más amplia de su esplendor interior, como el ser divino que es, hasta un ser cada vez más justo, verdadero, cortés, fraterno, lleno de amor, respetuoso, místico, altruista, etc.

Si la filosofía es el acto consciente de procurar vivir en unión con la verdad y, de hecho, la ciencia es una herramienta del filósofo, ésta representa uno de los medios que tiene para llegar a la verdad, al igual que el arte, la religión y la política.

La ciencia se requiere amplia, magna, que no se limite a sí misma, que no construya dogmas que se opongan a las hipótesis, ya que la realidad es más amplia y la vida no es solo algo característico del plano físico sino, además, del plano de las ideas, de los sentimientos, etc. La Magna Ciencia es natural porque nada es sobrenatural, porque todo, desde lo sutil hasta lo concreto, de lo invisible a lo visible, del espíritu a la materia, es Naturaleza.

La principal preocupación para el hombre debe ser llegar a la verdad, vivirla verdad y enseñarla verdad. Cómo llegamos a la misma, tiene el mismo valor que tendría la diferencia entre desplazarnos en una ciudad en un burro o en un coche.

 

Física y metafísica

Estos conceptos también han cambiado con el tiempo.

Para el sentido común la Física surge como una ciencia cuyo campo de estudio es la naturaleza en su aspecto manifiesto. Esta naturaleza es considerada como un intervalo que tiene por un lado una realidad energética y por el otro una apariencia más densa y material.

La Física, trabajando en esa franja de la realidad, busca conocerlas leyes que tejen esta realidad e intenta construir modelos útiles para el género humano.

Posiblemente a expensas del concepto de la física, que fue siendo cada vez más asociado a la caracterización que se hace del plano físico de la realidad, el concepto de la metafísica se ha convertido en sinónimo de lo trascendente o sobrenatural. Sin embargo, en los círculos académicos de hoy, la metafísica es un área de la filosofía que busca generar explicaciones lógicas a la percepción de la realidad del Ser. No obstante, esto no es el significado original de la metafísica.

Aproximadamente 300 años después de la muerte de Aristóteles en el año 322 a.C., el filósofo griego Andrónico de Rodas, de la línea escolástica de Aristóteles, compiló y organizó los textos de Aristóteles que estaban dispersos. Esta recopilación ha dado lugar a varios libros que a su vez fueron clasificados en dos grupos. En el primer grupo figuran los libros que se relacionan con la Phycis (naturaleza) y en el otro grupo los que, por suceder al primero, fueron identificados como meta ta physis, lo que significa “meta” (después) y physis (naturaleza), es decir, lo que viene después de la naturaleza.

La metafísica de Aristóteles, aunque el filósofo nunca usó esta expresión para clasificar sus estudios, sino que la llamó “Filosofía primera”, es la ciencia que trata de entender el Ente7 como tal, siendo este Ente la raíz del desarrollo de la naturaleza.

Así, el estudio metafísico de Aristóteles, más allá de procurar justificar el Ente, también aborda conceptos tales como materia, sustancia, vacío, infinito, lugar, etc… y, sobre todo, el estudio del movimiento. Como ejemplo se exponen algunas de sus conclusiones acerca del mismo, extraídas de un trabajo realizado por Sávio Laet8:

“Aristóteles define el movimiento como el paso del «ser-en-potencia» al «ser-en-acto», o como el pasaje de la potencia al acto o, simplemente, como el paso de «venir-a-ser» al «ser». Pero, tomemos las palabras precisas del filósofo: «el movimiento es el acto del Ente en potencia, en cuanto tal.» 9

El mismo autor escribe:

“Ahora, la potencia es una capacidad real de «venir-a-ser», y el acto ya es el ser realizado. Entonces, si, por un lado, es cierto que, en lo referente al «ser-en-acto», el «ser-en-potencia» es un «no-ser», por otro lado, también es cierto que este «no-ser» es sólo aparente, puesto que el «ser-en-potencia» es una capacidad real de «venir-a[1]ser» y no simplemente un puro «nada»” 10

La caída de la metafísica en occidente desde Aristóteles hasta la actualidad

Galileo en la Universidad de Padua demostrando las nuevas teorías astronómicas. Félix Parra, 1873

El ámbito de la metafísica o Filosofía primera en Aristóteles, que fue un intento racional para entender los aspectos más sutiles de la manifestación, ya su vez también llegarlo más cerca posible a la comprensión de Dios, ha cambiado a través de los siglos hasta llegar al concepto que tiene actualmente.

Cabe señalar sin embargo, que la búsqueda del conocimiento sobre el principio generador, creador y destructor subyacente al aspecto físico de la naturaleza, desde siempre ha estado en las íntimas aspiraciones humanas y muchos fueron quienes antes de Aristóteles nos legaron estudios sobre el mismo. Esta demanda es tan universal que, en prácticamente todas las grandes civilizaciones, desde China a Egipto o desde la India hasta las Américas, encontramos muestras de la misma11.

Desde Aristóteles, y a excepción de unos pocos, la búsqueda del conocimiento de los aspectos trascendentales de la realidad, ha estado disminuyendo y se dirigió desde una dimensión más espiritual a una dimensión más somática, es decir, el hombre fue perdiendo su punto de referencia en lo divino y fue tomando como punto de referencia lo material.

La teología medieval, con su dogmatismo, creó un muro alrededor de las verdades de la naturaleza, apartando al hombre de su búsqueda interior. Esta teología religiosa que ha sido extremista, dogmática y polarizada, creó en el pasado el polo presente del dogma científico actual que dificulta la visión de una unidad inteligente detrás de todo.

La metafísica del siglo VI empezó así a negar varios conceptos de la antigüedad, reemplazándolos por otros más materialistas, por ejemplo, Dios empezó a ser llamado: sustancia infinita; el cuerpo, sustancia extensa y el alma, sustancia pensante.

Gradualmente, la metafísica se limitaba a lo que la capacidad humana podía entender y razonar, restringida principalmente a los efectos que el mundo recogido por los sentidos físicos provocaba en el individuo.

David Hume 12 fue uno de los exponentes de esta corriente, siendo suyas las siguientes afirmaciones:

“La idea de Dios, en tanto que significa un ser infinitamente inteligente, sabio y bueno, surge al reflexionar en las operaciones de nuestra propia mente y al aumentar indefinidamente las calidades de bondad y sabiduría.”

“Pero incluso si nuestro pensamiento aparente puede poseer esa libertad ilimitada, encontraremos en un examen más a fondo que, en realidad, se reduce a muy estrechos límites, y que todo este poder creativo de la mente no es más que la facultad de mezclar, transponer, aumentar o disminuir los materiales dados por los sentidos y la experiencia.”

En consonancia con el desarrollo del concepto de metafísica, surge Kant13 . Kant sigue el pensamiento de Hume, defendiendo también que en el proceso de conocimiento del mundo no participan en la mente humana las impresiones trascendentales, sino solamente las impresiones que el mundo físico externo provoca; no niega, sin embargo, la posibilidad de la existencia de ese punto infinito, conocido por varios nombres en tantas tradiciones, siendo uno de ellos, Dios.

Las huellas que los sentidos provocaban, asumirían representaciones mentales o ideas, que serían trabajadas y juzgadas por la razón en el proceso de conocimiento de todas las cosas.

Kant también pone a la razón en el centro del espacio mental del sujeto, y alrededor de este centro se desarrolla la realidad, es decir, las ideas circulan y al límite de ésta, surge el mundo físico. Esta hipótesis fue conocida como la “razón pura”.

Kant propuso que era difícil generar un concepto sobre la naturaleza de las ideas, pues no tenían una realidad objetiva. Con esta posición y al no querer renunciar a que no hay nada superior a la razón pura, y tampoco queriendo negarla existencia del concepto de Dios, Kant se refiere a Dios como una idea y como tal idea, es de una naturaleza incomprensible para la mente humana.

Kant inició la cadena de pensamiento que está en la raíz de la metafísica idealista de nuestros días. Ésta defiende la metafísica como un medio de investigación y conocimiento sobre formas y conceptos con los cuales el hombre representa la realidad física.

Además de la corriente idealista, en nuestros días existe otra conocida como realista y que adopta los preceptos aristotélicos, sosteniendo que la metafísica es el medio para la investigación y conocimiento de la naturaleza subyacente a la realidad física.

En el fondo, la metafísica de hoy en día es “un fragmento de la hoja” de la escuela de Aristóteles, quitada del árbol del conocimiento (las Escuelas de Misterios) por el viento de las opiniones, que ruedan por el suelo y se descomponen a cada giro.

¡Pero el árbol no está muerto, aún crece!

 

Episteme y Gnosis

Biblioteca de Celsius, Éfeso, Turquía

El concepto de Episteme en occidente también se origina principalmente en el pensamiento de Aristóteles.

Aristóteles identifica cinco niveles de conocimiento jerárquico en términos de su importancia en el suministro de conocimientos que traen al hombre, y Episteme es uno de ellos.

El primer grado de conocimiento y más básico sería el conocimiento sensible, aisthesis, “capacidad de sentir” o “comprensión por los sentidos”. Éste es el conocimiento más inmediato que sustraemos del mundo físico que nos rodea. Es nuestra interpretación del mismo, que nos llega por la vista, el olfato, el tacto, el oído y el gusto. Este conocimiento es muy susceptible a errores, es decir, no nos lleva exactamente a la verdad de los hechos. Por ejemplo, si miramos a una lámpara y al sol, vemos que ambos tienen la capacidad de emitir luz y podríamos decir fácilmente que la lámpara tiene un sol en su interior o que el sol en el cielo es una lámpara. Pero, aunque las leyes que rigen la emisión de la luz sean las mismas, estamos en presencia de cuerpos emisores muy diferentes.

El segundo nivel jerárquico del saber sería la experiencia, empeiria. Este conocimiento proviene de nuestro desenvolvimiento diario con las cosas, cómo lidiamos con ellas y las conclusiones que tomamos de esas acciones. Aristóteles dijo que esta experiencia no se podía transmitir a otros hombres, por ejemplo, si hiciésemos ciclismo no podríamos pasar nuestras habilidades o nuestra destreza en la bicicleta a otra persona, solamente podríamos enseñar a alguien a maniobrarla bicicleta, proporcionándole la oportunidad de experimentar lo que nosotros hemos experimentado.

El siguiente nivel de conocimiento sería la tekné, o la técnica (arte). Este conocimiento nos permite hacerlas cosas y repetirlas, y puede ser transmitido. Sin embargo, no nos conduce a las verdades de las cosas que nos ocupan. Por ejemplo, podemos leer un plan arquitectónico y poseer todos los conocimientos para erigir un muro, más no se trata de llevar cubos de cemento lo que nos convierte en ingenieros que conozcan las leyes de los materiales implicados.

En la escala del saber, ahora tenemos la episteme. Episteme es el conocimiento que nos permite justificar y demostrar por qué las cosas son y cómo son desde su causa hasta sus efectos. La episteme implica el conocimiento de la verdad y la capacidad de trabajarla con la razón, y esto nos conduce a la maestría de justificarlos fenómenos que la implican, así como a la maestría de extrapolar y prever sus efectos. Con todo esto se construyen modelos racionales o epistemológicos con los cuales se identifica y se expresa la ciencia de nuestros días.

Aristóteles, por último, identifica otro saber, un saber superior, la cumbre de la pirámide del conocimiento, el nous, éste sería la intuición de los principios detrás de sus propias causas.

“Es la intuición el espontáneo, súbito e infalible conocimiento resultante de la inteligencia omnisciente, y difiere, por lo tanto, de la finita razón cuyas tentativas y esfuerzos ensombrecen la naturaleza espiritual del hombre cuando no la acompaña aquella divina luz. La razón se arrastra; la intuición vuela; la razón es potencia en el hombre; la intuición es presencia en la mujer. Plotino, discípulo del insigne fundador de la escuela neoplatónica, Amonio Saccas, nos dice que “el conocimiento humano pasa por tres etapas: opinión, ciencia e iluminación. Las opiniones se forman por medio de la percepción sensorial; la ciencia tiene por instrumento la razón; y la iluminación es hija de la intuición o conocimiento absoluto en que el conocedor se identifica con el objeto de conocimiento”.14

“Todo hombre viene a este mundo con el latente sentido interno (intuición) que por educación puede convertirse en la segunda vista de los filósofos escoceses. Plotino, Porfirio y Jámblico enseñaron esta misma doctrina cuya verdad conocían por experiencia, pues tuvieron viva intuición. A este propósito, dice Jámblico que “la facultad suprema de la mente humana nos permite unirnos a las inteligencias superiores, transportarnos más allá del escenario de este mundo y compartir la vida y potestad de los seres celestiales”.15

El concepto de Episteme ha evolucionado para solamente abarcar la justificación racional de las causas y efectos del plano físico de manifestación. Sin embargo, es probable que sea un concepto más amplio que se puede aplicar a todo tipo de verdades,  no sólo a las materiales sino también a las espirituales. En la antigua Grecia, y en muchos países alrededor del mundo, donde se desarrollaron grandes civilizaciones, mucho tiempo antes de Aristóteles y posteriormente al mismo, existía otra clase de saber, más reservado, la gnosis.

Blavatsky16 , en la Doctrina Secreta, citando a Alexander Wilder en “Nuevo Platonismo y Alquimia”, afirma que en Grecia fue Pitágoras el primero en llamar Gnosis a ese conjunto de enseñanzas que en esencia son universales.

“En todos los países antiguos que por civilizados se tuvieron, hubo una doctrina esotérica, un sistema llamado genéricamente Sabiduría, y a quienes se aplicaban a su estudio y fomento se les dio el nombre de sabios… Pitágoras llamó a este sistema Gnosis o conocimiento de las cosas que son. Los antiguos maestros, los sabios de la India, los magos de Persia y Babilonia, los videntes y profetas de Israel, los hierofantes de Egipto y Arabia y los filósofos de Grecia y Roma, incluían en la noble denominación de Sabiduría todo conocimiento de naturaleza para ellos divina, distinguiendo una parte esotérica, y una parte exotérica. A esta última la llamaron los rabinos Mercavah, o sea cuerpo o vehículo del conocimiento superior.” 17

Gnosis es el conocimiento supremo de las verdades acerca de Dios, del Hombre y de la manifestación.

“Los antiguos denominaron primero sabiduría, después filosofía, y por último gnosis, a la doctrina esotérica referente al origen y divina filiación del alma humana y su descenso en la materia, para re-ascender hasta Dios a través de sucesivas transmigraciones. (Misterios eleusinos, pág. 49, nota).” 18

“La divina Vidyâ o Gnosis tenía su brillante foco en Âryavarta, adonde desde el principio de los tiempos habían afluido los ígneos chorros de la Divina Sabiduría, hasta llegar a ser el centro del cual irradiaban por el mundo las “lenguas de fuego”. El samâdhi no es más que el sublime éxtasis o estado en que, como dice Porfirio, se nos revelan las cosas divinas y los misterios de la Naturaleza; el efluvio del alma divina que se comunica sin reservas al humano espíritu, el que realiza de este modo su unión con la Divinidad, capacitando al que habita en el cuerpo, para participar de la vida que no está en el cuerpo.

Así se enseñaban con el título de magia, todas las ciencias físicas y metafísicas, naturales o aquellas que consideran sobrenaturales los que ignoran la omnipresencia y la universalidad de la Naturaleza. “La magia divina convierte al hombre en Dios; la magia humana crea un nuevo diablo”.

Dijimos en Isis sin Velo:

“En los Vedas y las Leyes de Manu, los documentos más antiguos del mundo, vemos que los brahmanes practicaban y permitían muchos ritos mágicos. En el Tíbet, Japón y China, se enseña hoy día lo mismo que enseñaron los antiguos caldeos. Los sacerdotes de estos países prueban además lo que enseñan; esto es, que la austeridad física y la pureza moral, vigorizan la facultad anímica de la auto iluminación que, al conceder al hombre el dominio de su espíritu inmortal, le da también potestad mágica en verdad, sobre los espíritus elementales inferiores a él. En Occidente hallamos magia tan antigua como en Oriente. Los druidas de la Gran Bretaña la practicaban en las silentes criptas de sus profundas cavernas; y Plinio dedica más de un capítulo a la «sabiduría» de los caudillos celtas. Los semotis o druídas gálicos enseñaban ciencias físicas y espirituales y exponían los secretos del universo, el armónico movimiento de los cuerpos celestes, la formación de la tierra y, sobre todo, la inmortalidad del alma. En sus sagrados bosques, semejantes a naturales academias edificadas por el invisible Arquitecto, se reunían los iniciados a la silenciosa hora de la media noche, para aprender del pasado y el porvenir del hombre. No necesitaban luz artificial para alumbrar sus templos, porque la casta diosa de la noche enviaba sus plateados rayos sobre las cabezas ceñidas de roble; y los bardos de blancas vestiduras, sabían conversar con la solitaria reina de la bóveda estrellada.” 19

 

Los límites de la ciencia

La ciencia, como capacidad para aislar los hilos de la cuerda de la verdad que es captada por la intuición, necesita constantemente de un sentido, de una dirección, que debe tener como regla la armonía total y como fin el aumento de la misma, es decir, debe estar en sintonía con la gran ley de la evolución que ora teje, ora desteje.

Cuando se elimina cualquier fuerza inteligente de la regencia de un sistema ordenado, entran en juego otras inteligencias que impulsan el sistema a su estado de menor energía o tensión, es decir, impulsan a un estado de caos o de indiferenciación.

Teniendo en cuenta la idea anterior, es decir, si uno toma toda la manifestación como una construcción regida por una inteligencia infinita y la destrucción por la retirada de esa inteligencia, podemos preguntarnos si nuestro sistema solar está creciendo en ordeno si está en un proceso de desintegración.

Por la observación de la actividad del mismo y por la memoria de su actividad, cuya historia es su escriba, aunque podemos identificar tiempos de mayor destrucción, verificamos que en la actualidad el sistema solar sostiene y todavía construye estructuras complejas, asegurando su organización. Así, la Ley Mayor, de donde todas las otras leyes se proyectan, actualmente construye y ordena la materia proporcionando la creciente manifestación de su más pura energía interna que llamamos conciencia.

Si consideramos lo expansivo y creativo como el aspecto positivo y lo contractivo o caótico como el aspecto negativo, diremos que nuestro sistema solar, por ahora, está en una fase positiva de manifestación.

El libre albedrío que posee el hombre, combinado con la conciencia de la ley, le ponen, en cualquier momento, en la encrucijada de la decisión de actuar conforme a la ley o no. Así, cualquier decisión suya que conduzca a una acción contraria a la corriente natural de la Ley de Mayor Potencia, reducirá los frutos de tal acción a la nulidad siendo por completo absorbidos y acarreando sufrimiento durante ese tiempo.

Por lo tanto, la ciencia debe estar al servicio del hombre ayudándole en su evolución, en su construcción de manera que manifieste cada vez más su esencia divina. Esto ocurre cuando descubriendo la Ley, la aplica en su sentido natural y cuando así lo hace, logra armonía. De lo contrario, como anteriormente hemos dicho, sufre.

De esta manera, la ciencia, como herramienta de conocimiento de la verdad, es ilimitada. Pero, la ciencia aplicada a la práctica, al acto de decisión, a la construcción de causas de futuros efectos se ve limitada por la ética. Por ética se entiende todos los principios que nos dicen de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde vamos.

La ciencia inclusive, debe llevar al hombre al entendimiento y cooperación con el propio sistema solar en su obra, porque siendo el hombre una fuerza creativa, automáticamente se ve obligado a participar en la Gran Creación. Cuando esto ocurre y como dice Blavatsky, la Naturaleza nos obedecerá.

“Nada desees. No te irrites contra el Karma20 ni contra las leyes inmutables de la Naturaleza. Lucha tan sólo contra lo personal, lo transitorio, lo efímero y lo perecedero. Ayuda a la Naturaleza y trabaja con ella; y la Naturaleza te considerará como uno de sus creadores y te obedecerá.

Y ante ti abrirá de par en par las puertas de sus recintos secretos, y pondrá de manifiesto ante tus ojos los tesoros ocultos en las profundidades mismas de su seno puro y virginal. No contaminados por la mano de la Materia, ella sólo muestra sus tesoros al ojo del Espíritu, el ojo que jamás se cierra, el ojo para el cual no existe ningún velo en ninguno de sus reinos.” 21

 

Notas

1- Wikipedia, Ciência

2- Ídem.

3- Ídem.

4- Apud. Michel Blay GervaisMbarga e Jean-Marc Fleury. Curso online de jornalismo científico, P.94

5- Ídem.

6- Carlos Augusto de Proença Rosa, História da Ciência, Vol. I, P.26

7- El Ente para Aristóteles sería la unidad subyacente a cualquier cosa natural, sería un principio inmutable, por lo tanto, in- móvil, causante de cualquier cosa. En el origen, el Ente total sería Dios.

8- Grado-licenciatura y posgrado en Filosofía por la Universidad Federal de Mato Grosso.

9- Sávio Laet deBarros Campos, Conceptos de la cosmología aristotélica—una “metafísica de lo sensible”, P.3

10- Ídem.

11- Cabe señalar que existe una ciencia que tiene por objetivo conocer, estudiar y participar en los más profundos misterios de la naturaleza. Ésta se practica en el interior de instituciones conocidas como Escuelas de Misterios. En estas Escuelas, cuyo corazón de la enseñanza visa el perfeccionamiento del hombre a través de una estricta moral y ética, se desarrolla la verdadera «metafísica». La fuerza de la sabiduría que las erige es transversal a todas las corrientes filosóficas que de ellas se desprenden, como hojas de un árbol, que se mantiene inmutable, porque la verdades sólo una, lo que realmente existe son infinitas formas que la contienen e infinitas formas de mirarla.

12- David Hume (1711-1776) filósofo inglés y ensayista. Fue un gran favorecedor de la corriente de pensamiento que llegó a ser conocida como empirismo. Sus obras fueron condenadas por la iglesia católica, por colocar en entredicho al Dios católico y los dogmas de la iglesia. Hume argumentó que la moralidad humana no venía de un orden divino preexistente, sino que, es producto de la creación intelectual humana. Con esta línea de pensamiento, la iglesia lo acusó de herejía y ateísmo.

13- Immanuel Kant (1724 – 1804), fue un filósofo que nació, vivió y murió en la ciudad alemana, Königsberg. En 1770 se convirtió en profesor de la Universidad de Königsberg. De su legado proviene la crítica filosófica de la razón pura y la metafísica de las costumbres.

14- Helena Petrovna Blavatsky, Isis sin Velo, Tomo II P.114

15- Ídem

16- Helena Petrovna Blavatsky, distinguida filósofa de renombre mundial, nació en Ekaterinoslav, Rusia, en el año de 1831 y falleció en Londres, Inglaterra, en el año de 1891. Todo su esfuerzo fue coronado de éxito una vez que consiguió inflamar nuevamente en el Occidente el fuego de los Misterios.

17- Helena Petrovna Blavatsky, Doctrina Secreta, Tomo V, P.56

18- Helena Petrovna Blavatsky, Isis sin Velo, Tomo III, P.125, nota

19- Helena Petrovna Blavatsky, Doctrina Secreta, Tomo V, P.297

20- Karma. La Ley de Causa y Efecto, de causalidad ética, queda a cada uno su merecido, tanto por sus buenas como por sus malas acciones (ley de Retribución).

21- Helena Petrovna Blavatsky, La Voz del Silencio, P.21, Editorial Hiperbórea.

 

Bibliografía

1. Historia de la Filosofía Antigua, Jorge Ángel Livraga

2. Doctrina Secreta, Helena Petrovna Blavatsky, cuarta edición inglesa (Adyar)

3. Isis sin Velo, Helena Petrovna Blavatsky

4. La Voz del Silencio, Helena Petrovna Blavatsky. Editorial Hiperbórea

5. Glosario Enciclopédico Teosófico, Theosophical University Press

6. Historia de la Ciencia, Carlos Augusto de Proença Rosa, 2ª edición

7. Curso On-line de Periodismo Científico, Gervais Mbarga y Jean-Marc Fleury

8. La Evolución de la Metafísica y la Crítica Kantiana, Ricardo Ernesto Rose

9. Dios en la Filosofía de Kant: Kant y la «Revolución Copernicana», Natanael Gabriel da Silva

10. Introducción a la Metafísica: una Visión Aplicada a la Historia de la Filosofía, Prof. Dr. Fábio Pestana Ramos

11. Conceptos de la Cosmología Aristotélica – Una «Metafísica de lo Sensible», Sávio Late de Barros Campos

12. Episteme y Doxa en la Ética Platónica, José Vives, s.i. 13. Aristóteles, Julián Marías 14. El Saber que más Saber según Aristóteles, Valéria do Nascimento Silva, Glória Maria Ferreira Ribeiro

15. Aristóteles, colección: Los Pensadores, editorial Nova Cultura

16. Platón, colección: Los Pensadores, editorial Nova Cultura

17. Wikipedia: Aristóteles, Kant, David Hume, metafísica, episteme, gnosis