La Historia nos demuestra cómo con el paso del tiempo van cambiando los estados, los pueblos, las formas de vestir, de trasladarse en el espacio, etc. Y también nos muestra cómo cambia aquello que para la gente es más importante, su escala de valores. Hubo una época, hace mucho tiempo, en la que lo más importante fue el Amor. Fue una época de damas y caballeros, de leyendas y aventuras, de música y cortesía, de grandes reinas y cofradías misteriosas, de luz y de tinieblas, en la que los horizontes del corazón se ensancharon hasta lo inconcebible: fue la época de los trovadores.

Nueva Acrópolis - TrovadoresEl primer trovador del que tenemos noticia es Guilhem IX de Aquitania (1071-1127). Aquitania ocupaba el sudoeste de la Francia actual, pero sus canciones eran conocidas en toda Europa, ya que trovadores hubo, además de en el país galo, en España, Alemania, Italia e Inglaterra.

Guilhem IX estudió en la Escuela de Chartres, en la que pudo leer a los autores más importantes de la Antigüedad: Platón, Aristóteles, Ovidio… de los que aprendió que el Amor no acaba en la pura unión de los cuerpos, sino que lo hay de muchas clases, desde la amistad hasta la unión más mística y espiritual. También estuvo en Oriente Medio con ocasión de las Cruzadas y en ciudades como Jerusalén, Damasco, Bagdad, y aprendió la cortesía, la galantería y la deferencia hacia las damas, a quienes en aquella Europa del s. X no se les tenía demasiada consideración.

Guilhem va a unir las influencias que recibe del Islam y de la Antigüedad y, a partir de él, artistas de todas las condiciones sociales y económicas -reyes, canónigos, caballeros, artesanos, campesinos- van a cantar ese nuevo concepto del Amor: el «fin’ amor». El arte de los trovadores tuvo como escenario principal Occitania y como vehículo transmisor un lenguaje vulgar, el provenzal. La identidad de la cultura occitana no tenía límites en fronteras políticas, sino que las traspasaba. El trovador no va a aparecer vinculado a una nacionalidad, ni tan sólo a un estado. Él hace una poesía para llevar de corte en corte, de ciudad en ciudad. Peire Vidal, Cercamón y Bernat de Ventadorn fueron incansables viajeros.

Básicamente había dos maneras de trovar: un trovar «leu» o «pla» de versificación sencilla y temática costumbrista (la Pastorela es el ejemplo típico de canción trovadoresca de este tipo). Y un trovar «clus» de estilo más críptico, más profundo, que trataba temas éticos, místicos y filosóficos. La mayoría de composiciones de Marcabru o Girault de Barnuelt entran dentro de este estilo que además de entretener quería enseñar, educar en el verdadero amor cortés.

Los trovadores nos hablan de este amor cortés, del «joi d’ Amour», de la juventud y de la generosidad, un conjunto de valores que hacen al caballero más justo, más honesto, más valiente y apreciado por su dama. El amor cortés no es tan sólo la sublimación del deseo erótico, sino que va más allá, es amar las cualidades personales por encima de los encantos físicos. Es por esto por lo que tanto el trovador como el caballero siempre se van a enamorar de una dama de posición más elevada. Esta posición no la daba un título, sino la belleza del corazón.

El «joi d’amour» es una consecuencia del amor cortés, es la sana alegría de amar lo que no se deprecia con el paso del tiempo, aquellos valores que radican en el alma humana: sabiduría, equidad, justicia, bondad, dignidad, moderación… La juventud cantada por los trovadores no depende de los años del cuerpo. Es la capacidad de apasionarse que no decae con la edad, la capacidad de amar a una persona, una puesta de sol, un reto científico, un gesto altruista. Y la generosidad, que sólo se da en las almas grandes, es la capacidad de desprenderse de lo que más queremos en beneficio de quien realmente lo necesita.

Estos son los temas principales de la Literatura de Oc (de Occitania). Luego, la literatura de oïl, o sea, del norte de Francia, va a prestarle la épica caballeresca y los mitos heroicos de la Saga del Rey Arturo.

El trovador generalmente empezaba su carrera siendo juglar, como Bernat de Ventadour, nacido en el seno de una familia humilde y que, gracias a su talento, se fue abriendo paso en las cortes de Aquitania, las que hiciera tan famosa la reina Leonor. El juglar que quería aprender el arte de «inventar» tenía que unirse a un trovador ya experimentado que quisiera enseñarle, y entonces se creaba ese maravilloso vínculo que diera tan excelentes frutos.

Muchos trovadores fueron atacados por la Iglesia conservadora de la época, que proscribía temas tan «escandalosos». Pero también fueron apoyados por reyes y nobles como Enrique II de Inglaterra y su esposa Leonor de Aquitania. Ésta estaba especialmente interesada en que los trovadores pudieran difundir sus «Ensenhaments», en los que elogian la gloria de una dama ficticia o real, contribuyendo de esta manera a cambiar la imagen que la mujer tenía hasta entonces de aliada del diablo en el pecado original, cosa que casi no se le perdonaba. De ahí la discriminación brutal que sufría y que en aquel siglo XII se pudo en parte mitigar.

También eran dados los trovadores a componer «Partiments» o juegos partidos. Eran poemas dialogados entre dos poetas en los que cada uno de ellos defendía una tesis diferente propuesta a propósito de una caso amoroso. Y así contribuyeron a difundir el noble arte de dialogar que, nacido en Grecia, era un instrumento de enriquecimiento mutuo, no un arma arrojadiza para mayor gloria personal. De esta manera, los poetas hallaban la solución mas justa del «contencioso».

A finales del siglo XIII el arte de trovar pasará, de realidad sincera que encendió los corazones de media Europa, a ser un estilo literario hueco y formal. Pero si el siglo XII brilla con luz propia en la Historia fue gracias al papel de aquellos trovadores amantes, artistas, aventureros y filósofos que supieron vencer las fronteras geográficas y navegar por los mares del corazón. Fueron aquellos rebeldes con causa que sí quisieron cambiar el mundo y lo consiguieron, no con las armas, sino con la música del alma.

BIBLIOGRAFÍA
Trovadores y Troveros, René Nelli, Barcelona, 1982.
La Baja Edad Media, Jacques Le Goff, Madrid, 1990.
Los Trovadores, Martín de Riquer, Barcelona, 1992.
La vida amorosa en la época de los trovadores, José Mª Bermejo, Madrid, 1996.
El mundo de los trovadores, Linda M. Paterson, Barcelona, 1997.

DISCOGRAFÍA
Canciones de los trovadores, Harmonía Mundi, HMU 396 y HMU 397.
Carmina Burana, Harmonía Mundi, HM 335, HM 336, HM 337.
Canciones y músicas de la Edad Media, CBS 76.534 y 76.083.
Canciones de los trovadores, Voix de son Maître, C 063-30.129 y C 063-30.118