Cada vez con más intensidad, nos vemos inmersos en un universo de ficción, que se nos impone, en sustitución de un mundo real, que nos parece cada vez más lejano e improbable, a medida que vamos descubriendo los encantos de las cosas que halagan nuestros sentidos y responden a nuestros impulsos. Por momentos percibimos que alguien decide por nosotros, y nos hace ver las cosas de una determinada manera, sin dejarnos la posibilidad de reaccionar.

A quién beneficia ese estado de confusión es una de las grandes preguntas de nuestro tiempo, tal y como quedaba formulada ya en el Mito de la caverna que nos narra Platón en su «República», antecedente de todas las representaciones de ese juego entre la verdadera y la falsa realidad, cuya última versión vimos en el cine con el ciclo de «Matrix» y sus alusiones a las posibilidades que tiene el ser humano de salir del laberinto de una realidad fabricada interesadamente por otros, poderoso, invisibles, extraños, como los «amos» de la caverna platónica.

Más allá de lo acertado de estas propuestas cibernéticas de última generación, nos parece interesante profundizar en estos planteamientos, saliendo del encantamiento que producen los efectos especiales y los desiguales combates con su carga de piruetas. En el fondo, late un planteamiento inquietante, una reflexión sobre el poder que sostiene un sistema que maneja a los individuos a su antojo, haciéndoles creer que viven en libertad y sobre las posibilidades que tienen los individuos de salir a los territorios de la realidad.

La filosofía que nosotros proponemos, que nos enseña a interpretar la vida, viene en nuestra ayuda, como el hilo de Ariadna que nos lleva al centro del laberinto, estimulándonos a repetir las innumerables aventuras de tantos héroes reales que protagonizaron la aventura de conquistar la autonomía y descorrer el velo que oculta la verdad. Esa filosofía, que bebe en fuentes de liberación iluminadora, nos invita a desarrollar cualidades latentes, como la habilidad para discernir, en la vida cotidiana, dónde se encuentra la realidad, a menudo invisible, oculta detrás de los destellos que producen las apariencias.

Se trata de una búsqueda, una aventura interior, hacia la identidad del ser humano y de su dignidad en la cual, afortunadamente, no estamos solos: nos acompañan todos aquellos que una vez soñaron que se iban a despertar y se despertaron.