No hay lugar en la Tierra que no haya sido objeto de un período mágico en donde se mezclaban los hombres con los dioses y con seres para nosotros inconcebibles; de todo ese bagaje quedan restos que habría que investigar más a fondo antes de tachar todo lo que no comprendemos como algo ficticio.

El tema de los dragones es tan amplio que se podrían escribir muchos volúmenes para abarcar todos sus matices y facetas; aquí, en este trabajo, veremos algunos aspectos curiosos, y otros de los que aún quedan restos en la actualidad.

El dragón en China y Japón

Como deidades, los reyes-dragones en China dependen directamente del Augusto de Jade. Estos ejercen su imperio sobre los cuatro mares que rodean la Tierra. Son hermanos y habitan en palacios de cristal en el fondo del mar; con un ejército de cangrejos, ellos velan por la organización marina.

Son dispensadores de lluvia y, en este sentido, se les ofrecen sacrificios y rogativas.

El dragón chino popular es una mezcla extraña de varios animales. Escritores chinos antiguos como Wang Fu afirmaron que tenía la cabeza del camello, los cuernos del ciervo, los ojos del diablo, las orejas de una vaca, el cuello de una carpa, las garras de un águila y las plantas de un tigre.

En su cabeza se encuentra una protuberancia llamada Chi´ih muh que, como una bolsa de gas, le permite elevarse por los aires. El cuerpo consta de tres partes unidas, la primera «desde la cabeza a los hombros», la segunda «desde los hombros al pecho» y la tercera «desde el pecho hasta la cola».

Tiene, según este mismo autor, 117 escamas, de las cuales 81 ejercen buena influencia (yang) y 36 mala (yin); tal vez esas cantidades tengan su significado particular (1+1+7=9, 8+1=9, 3+6=9), porque el dragón es en parte preservador y en parte destructor. Bajo el cuello, las escamas están al revés. Hay cinco pies o garras en cada pata. El dragón macho tiene barbas, y bajo la barbilla o en la garganta hay una perla luminosa, llena de significados.

El dragón es el quinto signo del zodíaco chino y es, en sí mismo, uno de los animales simbólicos más importantes de esta cultura. En China no va a estar relacionado con el fuego, como en Occidente, sino con el agua. El dragón vive en los ríos y en toda corriente de agua, y está vinculado a la energía telúrica.

Antes de construir cualquier edificio en China, el geomante indicaba cuál debía ser el lugar sobre el que se levantaría para evitar herir al dragón; igualmente ocurrió cuando se intentó construir un ferrocarril, en plena Era Contemporánea, lo cual trajo problemas en este servicio.

Desde la dinastía Han (del s. III a.C. al s. III d.C.), el dragón fue el símbolo del emperador. Aunque otros personajes de importancia podían ostentar también estos animales en sus vestimentas, solo el emperador podía llevar dragones con cinco garras o uñas.

Según otros escritores chinos, un dragón macho puede distinguirse de una hembra por su cuerpo ondulado, que es más grueso en su parte superior. La nariz del dragón hembra es recta. Hay algunos dragones con alas. Además hay dragones-caballo, dragones-serpiente, dragones-vaca, dragones-sapo, dragones-perro, dragones-pez, tanto en China como en Japón.

El tigre es enemigo del dragón, aunque hay referencias de dragones con cabeza de tigre. El dragón es una divinidad del agua y de la lluvia, mientras que el tigre es una deidad de las montañas y de los bosques.

El dios dragón chino y el japonés pueden aparecer de diferentes formas, incluso como un hombre joven o anciano, como una chica preciosa o una vieja bruja, como una rata, como una serpiente, como un pez, como un arma o como un objeto simplemente. Pero sea cual fuere su forma, el dragón está íntimamente relacionado con el agua. Es el «señor de la lluvia» y, por tanto, el señor de la tormenta que hace que llueva. El dragón chino nos enlaza con el dios hindú Indra y otros dioses de la lluvia y la tormenta, relacionados con la agricultura, incluyendo a Zeus de Grecia, Tarku de Asia Menor, Thor del norte de Europa, el babilónico Marka (Merodach), etc. Hay dragones de mar que envían tormentas como los dioses del viento y pueden ser calmados con ofrendas. Son guardianes de tesoros y especialmente de perlas.

En China los dioses dragón del agua, la lluvia y el trueno estaban relacionados con oro de varios colores. Así, hay referencias de oro rojo, amarillo, blanco, azul y negro; como ejemplo, veamos el siguiente párrafo:

«Cuando el dragón amarillo, nacido del oro amarillo de mil años, entra en un lugar oscuro, un chorro amarillo se precipita, y de ese chorro surgen partículas de polvo fino que se transforman en una nube amarilla. De la misma manera, chorros y nubes azules se originan de los dragones azules, nacidos del oro azul de ochocientos años; chorros y nubes, así como dragones rojos, blancos y negros surgen del oro del mismo color de mil años».

El trueno, como deidad china, es llamado Lei-Kong, y es representado como un hombre feo de cuerpo azul, con alas y garras; lleva tambores que golpea con un mazo y un estilete para castigar a hombres o espíritus maléficos.

En Japón, el dios Suzano fue desterrado a la Tierra y tiene el gobierno de los mares, acompañado de su séquito: el trueno, la tormenta y la lluvia. El animal simbólico de este dios es la serpiente, y su gran hazaña fue la de dar muerte a un dragón de ocho cabezas, emborrachándolo, de cuyo cuerpo extrajo su famosa espada Kusanagi; esta espada es actualmente uno de los tres elementos simbólicos del poder imperial que se traspasan en la coronación del emperador.

El dragón del lejano Oriente está asociado con el cobre además del oro. En los documentos históricos japoneses se cuenta la historia de cómo el emperador Hwang capturó un dragón para poder montar sobre su lomo en el aire. Primero extrajo cobre de una montaña. Después arrojó un trípode. Inmediatamente un dragón, dejando caer sus barbas, bajó hacia él.

Después que el monarca hubiese utilizado al dragón como una «aeronave», no menos de sesenta de sus súbditos siguieron su ejemplo. Hwang fue el monarca que preparó el «licor de la inmortalidad» (el Soma japonés) mezclando cinabrio (sulfuro de mercurio, conocido como «la sangre del dragón»).

A los dragones chinos les repugna el hierro y les gustan las piedras preciosas, según Wang Fu en Rh ya yig.

En otra ocasión se cuenta que el emperador Wu esperaba la llegada de un dragón para llevarle más allá del monte K´uen-Luen en pleno cielo. Teniendo preparados muchos signos y objetos sagrados, vio venir hacia él en una nube amarilla a un dragón de barba colgante, sobre el cual, con sus mujeres y sus fieles (setenta personas) fue raptado hacia el cielo.

Al rey K´ong-Kia, último de los Hia, el cielo les envió una pareja de dragones, pero el rey se comió al dragón-hembra. Hay infinidad de referencias a dragones, y de las más diversas formas.

Dice la historia china que en el 211 a.C. se encontró la inscripción siguiente en un meteorito: «A la muerte de Che Huang-Ti, el Imperio será dividido». Un genio de las aguas vino a devolver al emperador el anillo de jade que este arrojó antaño en el Yang-Tse-Kiang, para que el río le fuera propicio. El rey supo así que moriría ese año, lo cual ocurrió entre curiosos acontecimientos.

En Japón se creía que, si se arrojaba hierro en algún estanque, los dragones harían formarse huracanes que devastarían la zona. Los chinos hacían despertar dragones cuando querían lluvia, provocando un gran ruido y arrojando hierro a las charcas de los dragones.

El hierro tiene una «naturaleza ardiente» y hace daño a los ojos de los dragones, que se elevan para protegerlos. El cobre está asociado en China con la oscuridad y la muerte; la «piedra de la muerte» está hueca y contiene agua o «la energía vital» del cobre. A los dragones les gustan estas piedras y las gemas preciosas.

El dragón y las perlas

Hay una relación curiosa entre los dragones y las perlas. En un trabajo chino del siglo VI, el Shi i Ki, se dice que las perlas son los esputos de un dragón. Los dragones tienen en sus bocas, bajo sus gargantas o en sus estanques, perlas. Cuando los dragones pelean en el cielo, caen perlas al suelo.

De Groot habla de «perlas relámpagos» que los dragones dejan caer de sus bocas; estas pueden iluminar una casa de noche. En la descripción de Wang Fu del dragón, se dice que este tiene una perla brillante bajo su barbilla.

Una montaña de Japón se llama Ryushutto, que significa «el pico de la perla del dragón», y está asociada en la leyenda con el templo budista denominado «altar del dragón-nube». Dicen que cuando este altar estaba siendo construido, un dragón que llevaba una perla en la boca se apareció ante uno de los sacerdotes. Por consiguiente, la montaña y el santuario recibieron nombres de dragones.

«La joya» que concede todos los deseos es conocida en la India, China y Japón. Una historia japonesa cuenta que hubo una vez un monje budista indio llamado Bussei, que marchó de viaje para obtener esta joya (una perla) que poseía el rey-dragón del océano.

En mitad del mar la barca comenzó a subir y bajar fuertemente, mientras Bussei realizaba un sortilegio que hizo que el rey-dragón apareciese. El monje, haciendo un signo misterioso, le pidió la perla, pero el dragón le engañó y anuló el signo. Elevándose en el aire el «Rey del Océano» originó una terrible tormenta. La barca quedó destruida y todos los que estaban a bordo, excepto Bussei, se ahogaron; este emigró de la India meridional a Japón acompañado por Bayamón.

Se suponía que las joyas del flujo y del reflujo otorgaban deseos. En la leyenda japonesa las poseía el rey dragón (Sagara), cuyo reino, como el del monarca hindú Naga y el del soberano gaélico del «País de debajo de las olas», estaba situado en el fondo del mar. La joya blanca se denominaba la perla del reflujo, y la azul, la perla del flujo.

Otra historia japonesa nos refiere que la emperatriz Jingo recibió de un dios marino una perla que concede todos los deseos. Durante su reinado una flota fue a Corea a pedir tributo. La armada coreana levó anclas para interceptarlas, pero cuando la batalla estaba a punto de comenzar, un dios japonés arrojó la perla del reflujo, e inmediatamente se retiraron las aguas, quedando ambas flotas varadas. El rey coreano, sin inmutarse, se lanzó al fondo del mar seco, formando allí a sus tropas; avanzó para atacar a la armada japonesa. Entonces el dios japonés lanzó la perla del flujo del mar y las aguas regresaron y muchos coreanos se ahogaron. Después, una ola gigantesca barrió la costa coreana. Hasta que la perla del reflujo no fue lanzada al mar de nuevo, las aguas no se retiraron de la tierra.

Otros nombres del dios-marino japonés Sagara son traducidos como «el dios del mar o la serpiente del mar», «el príncipe abundante de las perlas», y dicen que tenía una hija llamada «la princesa abundante de las perlas». Durante las tormentas los marineros lanzaban joyas al mar para calmar al rey dragón.

Nada dura más que las costumbres, mitos y creencias religiosas inmemoriales. Los pescadores de perlas llevaron sus creencias con ellos de un sitio a otro. En casi todos los lugares estas están relacionadas con las conchas y las perlas, y son las mismas con diferentes nombres. Estas creencias y prácticas tienen un carácter altamente complejo, tan complejo que deben de haber tenido un lugar de origen común en el que se reflejaran los credos, así como las prácticas de un pueblo con su propia historia.

La perla estaba relacionada con la Luna, con la diosa que era la Gran Madre, con el Sol y con el dios-sol. Venus (Afrodita) había nacido en el mar. Ella era la perla, la esencia vital de la concha mágica, y era la Luna, la «perla del cielo». La reina tiene por emblema la Luna, en la que los sabios no quieren reconocer más que un simple espejo, pero que es el depósito por excelencia de toda la fecundidad terrestre. El rey posee el emblema del Sol y es hijo del cielo.

La perla, como la Luna, se suponía que ejercía una gran influencia sobre los seres humanos. En Egipto, la Diosa Madre era simbolizada por una vaca; y la vaca, la luna, la perla y la concha estaban relacionadas de alguna forma. Se creía antiguamente que las conchas traían buena suerte y ayudaban a la fertilidad; la costumbre de colocar conchas en los alféizares de las ventanas, en las puertas, en los hornos y alrededor de los arriates todavía pervive en zonas de Inglaterra, Escocia e Irlanda. En algunos bajorrelieves romanos se ve a las mujeres con un baldaquín de conchas.

En una narración china se cuenta la historia de un dragón que se apareció con la forma de una niña sentada en la entrada de una cueva jugando con tres perlas; cuando apareció un hombre, la niña se metió corriendo en la cueva y, recuperando su forma de dragón, se puso las perlas en la oreja izquierda.

Como guardián de perlas, el dragón chino está relacionado con el dios-tiburón de los primitivos pescadores de perlas. También tiene relación con la ballena.

De los dragones más antiguos de Hawai se dice que viven en estanques o lagos. Westervelt comenta que un dragón vivía en la laguna Ewa, ahora conocida como Pearl Harbour. Se llamaba Kane-Kua-ana y se decía que fue el que trajo los pipi (ostras) a Ewa. Lo curioso es que cuando, allá por el año 1850, empezaron a desaparecer las ostras, los nativos dijeron que el dragón se había enfadado, pues seguían creyendo en la tradición.

De la célebre cantante Lilian Norden se cuenta que en París vio una perla preciosa y nada costosa. Al momento se sintió atraída por ella, entró a comprarla, pero el vendedor le advirtió que se trataba de un raro amuleto que producía a la par risas y lágrimas, penas y alegrías, fracasos y éxitos notables.

La compra, y desde ese momento la suerte la acompaña. Es contratada en Londres, París, Berlín, Viena y Nueva York. También hay lágrimas; se casó tres veces; el primer marido, al que amó de corazón, murió en un horrible accidente, el segundo fue un truhán lleno de vicios, y el tercero era un millonario que murió rápidamente de una enfermedad.

Alguien le había dicho que esa perla debería volver al fondo del mar de donde había salido. La Norden buscó al joyero, pero había muerto.

Entonces sintió el impulso del viaje, y para distraerse salió de los Estados Unidos. De pronto se supo por la prensa que Lilian Norden figuraba entre los pasajeros de un vapor que casi naufraga en las costas de Nueva Guinea. Nadie se ahogó, pero la Norden fue derribada en la cubierta y se le desprendió la perla que siempre llevaba encima. Un golpe de mar se llevó el amuleto.

Lilian Norden escribió entonces a los herederos del joyero de París para adquirir otra perla parecida; estos buscan en los papeles del joyero fallecido y encuentran unos apuntes en los que consta que la perla había sido pescada en Nueva Guinea, precisamente en el mismo lugar donde el mar se la llevó…

Y para acabar, otra pequeña historia curiosa sobre la bailarina Tórtola Valencia, que tenía la facultad de dar vida a perlas muertas, de devolverles el oriente perdido. Zuloaga, quien inmortalizó la belleza de la célebre española, ha referido muchas veces la maravillosa propiedad de la valenciana. Es un hecho que en París, el mismo gobierno francés la contrató para dar vida a las perlas del collar de Madame Tiers que estaba en el Museo del Louvre. Luego pasó a Londres y, por último, la contrató la corte del zar, no para bailar, sino para revivir perlas del tesoro moscovita.

Como hemos podido ver, las perlas y los dragones tienen cierta atracción que fascina, flotando un halo de misterio en torno a este tema apasionante. Así que por si acaso, ojo con las perlas, no sean de algún dragón que algún día las reclame.