El bien común, juego infinito
Autor: Asunción Cenizo González
Adam Smith, el padre de la economía moderna, referente importante en el último siglo, dijo que para el mejor resultado, cada miembro del grupo tiene que hacer lo mejor para él, que la competencia y la ambición individual, benefician al bien común. También Milton Friedman estadístico y economista ganador del premio Nobel de economía en 1976, profesor de la Universidad de Chicago, desarrolló teorías en relación con la economía muy influyentes en la política de la segunda mitad del s. XX, como el concepto de la tasa natural de desempleo, fue asesor en los gobiernos de R. Reagan y M. Thatcher, incluso en las políticas de algunos estados postsoviéticos.
Sin embargo, parece que se equivocaban, según expuso John Nash, matemático estadounidense, especialista en Teoría de juegos/geometría diferencial, (por la que recibió el premio Nobel), premiada por el Banco de Suecia en Ciencias Económicas. Demostró que para el mejor resultado, cada miembro debe hacer lo mejor para cada uno y para el grupo. Lo que nos describen muy bien en la película: “Una mente maravillosa”, basada en su vida.
Hecho este preámbulo, vamos a intentar argumentar esta idea, en base a las investigaciones de diversos antropólogos, psicólogos y sociólogos.
Desde hace una década se viene hablando de este concepto en relación principalmente a la economía, promovido por el profesor austriaco Christian Felber y dirigido a desarrollar una verdadera economía sostenible y alternativa en los mercados financieros, en base a unos principios morales universales que deben impregnar toda actividad humana, siempre en beneficio de todos y cada uno.
Estos principios son: dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social, cooperación y transparencia.
La búsqueda del bien común es en sí misma un valor moral, de los muchos que adolecemos en esta sociedad en la que a menudo todo se valora en función del interés particular.
Es necesario un salto cuántico a nivel colectivo. Todo intercambio, toda interacción es un flujo de energía mental, emocional, biológica…
¿Cuál es el papel del individuo en los sistemas? Es el elemento básico, solo desde el individuo se puede cambiar la sociedad como aportación a lo colectivo. No sería deseable un colectivo de gente inconsciente, sino de individuos conscientes a través de un proceso de maduración individual que posibilite el cambio.
En las zonas azules, “blue zones”, donde se ha investigado el porqué de la longevidad, hay una profunda vida social, propósitos comunes y tareas a desempeñar para beneficio de todos y cada uno. Las relaciones simbióticas en muchas especies, nos demuestran que las economías colaborativas son mucho más eficaces que las competitivas. Esta es una idea esencial; la teoría de juegos expuesta por Nash: jugamos con una percepción diferente el juego de la vida.
Nash define la teoría de juegos, finitos e infinitos.
Los juegos finitos tienen un límite de tiempo, hay un ganador y un perdedor, recursos limitados, es un juego de suma cero. En los juegos infinitos no hay límite de tiempo, no hay claro ganador ni perdedor, no hay una relación numérica que determine quién gana y quien pierde. El objetivo es jugar el juego lo mejor posible, en ganar o en vivir lo mejor posible con los dados que nos han tocado, son conceptos abstractos, no medibles. Nuestras economías no reflejan la Vida, no reflejan la realidad de cómo interaccionamos los seres humanos. Nadie nos ha explicado las reglas, hay una mentalidad basada en la escasez, cuando la verdad es que hay abundancia.
Numerosos estudios interdisciplinares han demostrado que la sociedad moderna, a pesar de sus casi milagrosos avances en medicina, ciencia y tecnología, está aquejada de algunas de las tasas más altas de depresión, esquizofrenia, salud precaria, ansiedad y soledad crónica de la historia humana. También la independencia económica puede conducir al aislamiento y el aislamiento puede poner a la gente en mayor riesgo de depresión y suicidio.
Algunos psicólogos y sociólogos actuales sostienen que los seres humanos necesitamos tres pilares básicos para estar satisfechos:
- Sentirnos competentes en lo que hacemos
- Sentirnos auténticos en nuestras vidas
- Sentirnos conectados a otros
Según Sebastián Jünger (escritor, documentalista y periodista estadounidense), una de las carencias de nuestra sociedad actual que nos señala en su libro “Tribu”, es precisamente el sentimiento de comunidad que hemos perdido, y que implica lealtad, pertenencia, solidaridad…. Por tanto, vivimos más aislados. Y otro dato interesante es que: enfatizamos los valores extrínsecos (la moda, la fama, el éxito…)
Sebastián J. cuenta cómo deseaba que se presentase la ocasión de ser útil, ¿Cómo te haces un hombre en un mundo que no exige valor? Pero vivía en una época en que nada arriesgado ocurría. Algo que nos incite a responsabilizarnos los unos de los otros, algo que podemos aprender de las antiguas sociedades tribales sobre la lealtad y pertenencia y la eterna búsqueda humana de sentido.
También el antropólogo Christopher Boehm, publicó un análisis sobre sociedades recolectoras representativas de nuestro pasado ancestral y descubrió que una de las infracciones más castigadas era la negativa a compartir.
Me llamó la atención la explicación de por qué los desastres a gran escala producen condiciones mentales más sanas. Y por qué, para mucha gente, la adversidad puede convertirse en una gran bendición. A los humanos no les importa la adversidad, crecen en ella. Lo que les afecta es no sentirse necesarios y la sociedad moderna ha perfeccionado el arte de hacer que la gente no se sienta necesaria. ¡Ya es hora de que esto acabe ¡
Otro investigador sobre el tema, Thomas Paine (pionero en la construcción de la democracia estadounidense), reconocía que las tribus indias vivían en sociedad, donde la pobreza personal era desconocida y los derechos naturales del hombre eran promovidos activamente. Tanto es así, que muchos colonizadores acabaron uniéndose a la sociedad india en vez de permanecer en la suya. Lo contrario nunca sucedió. La emigración parece que siempre fue de lo civilizado a lo tribal, lo cual desconcertó a los pensadores occidentales de la época.
¿Es que existe un vínculo social, algo singularmente cautivador y muy superior a cualquier cosa de las que nosotros nos jactamos? La naturaleza profundamente comunitaria de una tribu india tenía un atractivo que no superaban las ventajas materiales de la sociedad occidental. La acumulación de propiedad personal permitió a la gente tomar opciones cada vez más individualistas sobre sus vidas, dichas opciones redujeron los esfuerzos del grupo tendentes al bien común.
Por eso cuando la gente está comprometida con una causa, sus vidas tienen más sentido, lo que tiene como consecuencia una mejora de la salud mental. Parece que nos falta vivir con entusiasmo y propósito, liberados del pánico y el sufrimiento.
También Charles Fritz constató que la sociedad moderna ha perturbado gravemente los vínculos que han caracterizado siempre la experiencia humana y que los desastres empujan a la gente hacia una forma de relación más antigua y orgánica, creando una conexión con los demás, inmensamente tranquilizadora.
¿Qué podemos hacer para mejorar nuestras relaciones, apoyándonos en estos pilares básicos, muy vinculados entre sí?
Solo con una verdadera educación, podremos trabajar nuestra personalidad llegando a comprender que formamos parte de una Unidad, como bien decía el filósofo estoico, el emperador Marco Aurelio:
“Si algo le conviene a la abeja, puede que no le venga bien a la colmena, pero si algo le viene bien a la colmena, siempre es bueno para la abeja.”
Devolvamos la educación al lugar que se merece.
Hoy en día tenemos padres amorosos e inteligentes, pero carentes de criterios morales y valores trascendentales, y que no saben qué hacer con sus hijos, hacia donde dirigir su educación.
Parece que toda dirección noble ha desaparecido del mapa, el sentido profundo de la Vida es un enigma insondable y toda aspiración heroica está fuera de lugar. El gran desafío es la humanización, el buen uso de la conciencia y los valores, con transparencia, confianza y creatividad.
Pero sin trascendencia, los valores y los principios se van achatando y acaban confundiéndose con el consumismo y la comodidad. Y más urgente que los pequeños crezcan, es que nosotros crezcamos.
Entre los fallos actuales de la educación, debemos destacar:
- La sobreprotección, que debilita a los niños
- El exceso de normas
- La masificación
- Mucha permisividad
Recordemos a Jean-Jacques Rousseau: (“El buen salvaje”), que abandonó a cinco de sus hijos a los tiernos y mortíferos cuidados de los orfanatos de la época.
Este sería un cruento ejemplo de que el proceso vital de socialización, previene en realidad numerosos daños y propicia muchas cosas positivas. A los niños se los daña cuando quienes tendrían que cuidar de ellos, por temor a cualquier conflicto o discordia, ya no se atreven a corregirlos y los dejan sin orientación alguna. La violencia es la opción por defecto, porque resulta fácil. Lo difícil es la paz que se aprende, se inculca, se gana.
Son las cosas que se producen un día tras otro, las que dan forma a nuestras vidas
La cuestión es si ¿Somos padres o amigos?
A lo largo del último siglo han surgido algunos métodos pedagógicos, en base a los enfoques tradicionales, entre ellos Waldorf, Montessori y otros que promueven una educación más libre y que potencie las cualidades propias del niño, haciéndole partícipe de los ritmos de la naturaleza, sabiendo que en cada edad hay unos aspectos a desarrollar:
- Hasta los 7, la bondad
- Hasta los 14, la belleza
- Hasta los 21, la justicia
Así el niño, vive los ciclos de las estaciones con actividades acordes al entorno natural. En otoño trabajar con las hojas de los árboles; tonos marrones, celebrar las festividades, pruebas, fiesta del farolillo cuando se acerca el invierno…
Hasta los 6 años no empiezan a leer. Hacen psicomotricidad fina, telares, ejercicios de lateralidad. Repetición de cuentos, colores, canciones. Así poco a poco van asimilando conceptos e integrándose en la red de la naturaleza, entendiendo que todo en ella está entrelazado, y que gracias a los últimos hallazgos científicos, ya podemos constatar, que los árboles se conectan mediante un “internet” de hongos, ocultos bajo la superficie y enredados en las raíces, existe una superautopista biológica que vincula entre sí a los miembros del reino vegetal. Esta red permite que las plantas puedan comunicarse, en una asociación entre plantas y hongos que resulta beneficiosa para las partes. Muchas no sobrevivirían si no fuera por la línea de vida que esta red les ofrece.
“En la naturaleza nunca vemos nada aislado, sino todo en relación con algo más que está antes, a su lado, bajo ello y por encima” (Goethe).
Ahora centrémonos en buscar las soluciones.
¿Por qué los seres humanos poseemos fuerzas sin explorar que nos permitirían ver los auténticos problemas?
Hay claves que convierten los problemas en oportunidades:
La Ventaja secreta es convertir el dolor en poder.
“Cuando te implicas en algo con firmeza, también se pone en marcha la Naturaleza poniendo a tu favor toda suerte de incidentes, encuentros y ayuda material; imprevistos con los que ni soñabas que contarías” (W.H. Murray).
El verdadero adulto acepta que existe una diferencia básica entre los objetivos que nos planteamos y los que nos asigna el universo. Pues existe una fuerza interior escondida que solo se puede encontrar cuando la adversidad saca lo mejor de uno mismo. Nietzsche dijo que: “lo que no me mata me hace más fuerte”.
Cuanto más te quejas, más te estancas. Un ejemplo admirable tenemos en Víctor Frankl, que, en condiciones de una dureza indescriptible, encontró la oportunidad de aumentar su fuerza interior.
Al margen de los objetivos que te marques en el mundo exterior. La vida te reserva sus propios objetivos y si los dos proyectos están en conflicto, ganará la vida.
Hay que averiguar qué te pide la vida, aunque solo fuera soportar dignamente el sufrimiento, sacrificarte por otra persona o no sucumbir a la desesperanza y estar a la altura del reto.
Este camino fomenta la grandeza interior, lo que más falta le hace a nuestra sociedad, tan orientada a lo exterior.
La inversión del deseo permite fomentar el valor, la capacidad de actuar ante el miedo. Hay que confiar, la vida está al otro lado del miedo.
Sin embargo, en general la psicoterapia no aborda directamente la necesidad de ser valiente, algo que está implícito en mayor o menor grado en la búsqueda de soluciones, que es el encuentro con ese poder mítico de los héroes.
El valor es la capacidad de actuar ante el miedo. El objetivo es estar lo bastante cómodo con el miedo para poder actuar.
Siempre hemos oído que, querer es poder.
Todos tenemos algún resorte que nos hace entrar en nuestro propio laberinto y cuando estamos dentro, la vida pasa de largo; incontables horas perdidas, grandes oportunidades desaprovechadas y una enorme cantidad de energía disipada.
Mientras estás dentro del laberinto, sigues necesitando algo de la persona que te ha hecho daño, lo cual otorga un poder de intimidación.
Pero si en el momento mismo en que sientes la fuerza, la canalizas elevándote por encima de tus mezquinos sentimientos de ofensa. Ya no necesitas una reparación de quien te ofende. Todos tenemos una tendencia marcada a rumiar injusticias pasadas.
El auténtico poder de un enfoque espiritual de la psicología es enseñarte a activar fuerzas superiores, que son más poderosas que tus emociones y que sin sustituirlas, las trasforman.
De esta manera surge la autoridad interior, o fuerza superior o la fuerza de la expresión personal, como queramos llamarlo.
Ahora bien, ¿conocemos realmente nuestras capacidades?
Carl Jung define la Sombra, que es todo lo que no queremos y tememos ser, representado en una sola imagen. Es el origen de uno de los conflictos humanos más básicos. La Sombra permanece conectada con las profundidades olvidadas del alma, con la vida y la vitalidad. Ahí puede establecerse contacto con lo Superior, lo creativo y lo universalmente humano.
Es frecuente que el encuentro con la Sombra tenga lugar en la mitad de la vida, cuando nuestras necesidades y valores más profundos tienden a cambiar el rumbo de nuestra vida. Determinando incluso un giro de 180 grados y obligándonos a romper nuestros viejos hábitos y a cultivar capacidades latentes hasta ese momento. Pero a menos que nos detengamos a escuchar esta demanda, permaneceremos sordos a sus gritos.
La depresión también puede ser la consecuencia de una confrontación paralizante con nuestro lado oscuro, un equivalente de la noche oscura del alma de la que hablan los místicos. Pero la necesidad interna de descender al mundo subterráneo puede ser postergada por multitud de causas…. Sólo quien ha comprendido y aceptado sus propios límites puede decidir ordenar y humanizar sus acciones.
¿Cómo? Pues a través del flujo, que sería dejar de pensar y ponerse a disposición de la fuerza superior, que surge del propio obstáculo. Así, la herramienta convierte la Sombra en el vehículo de una fuerza superior, la fuerza de la expresión personal. El objetivo no es buscar la aprobación de nadie.
Entonces es cuando la Sombra hace posibles los auténticos lazos humanos. Es la parte que todos tenemos en común. Sin ella exageramos nuestras diferencias y nos sentimos separados. La única manera de que las relaciones funcionen entre individuos, religiones, países, es usar nuestras Sombras para forjar un vínculo universal y poder gozar de la libertad de ser distintos, sin renunciar a la convivencia. Es recuperar el lenguaje perdido del corazón.
Si tu autoridad se basa en la Sombra, puedes estar en sintonía con los sentimientos de los demás. Cuando la gente se siente comprendida, surge la empatía que potencia la autoridad, sea cual sea el contexto, así el trabajo en equipo es más genuino y duradero.
En consecuencia, surge lo que se llama Matriz Social, que es una red de seres humanos interconectados generando una energía curativa que no se puede crear de ningún modo. Cuanto mayor es la conexión que sentimos entre nosotros, más felices somos. Algunos estudios demuestran que las personas con sentido de la comunidad viven más tiempo y gozan de mejor salud física y mental.
Recuperemos la verdadera cooperación, basada en el conocimiento íntimo de nosotros mismos y de los otros, una verdadera educación que potencie los valores intrínsecos que cada uno tenemos y conoceremos las claves que nos ayudarán a formar nuestro carácter, será cuando verdaderamente comenzaremos a sentir la conexión con los demás seres humanos, percibiendo la Unidad de la Naturaleza en la que vivimos inmersos y de la que formamos parte.
“Al final, los agresores siempre se destruyen a sí mismos, dejando paso a otros que saben cooperar y llevarse bien. La vida no es tanto una lucha competitiva por la supervivencia como un triunfo de la cooperación y la creatividad” Fritjof Capra.
Asunción Cenizo González
Bibliografía:
Tribu. Sebastián Jünger editorial Capitán Swing
El método. Phil Stutz y Barry Michels. Editorial Guijaldo
Encuentro con la sombra. Edición a cargo de C. Zweig y J. Abrams
La red secreta de la naturaleza. Peter Wohlleben. Ediciones Obelisco
Ilustración extraída de https://www.reform-magazine.co.uk/
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