La ciencia avanza una barbaridad, tanto que nos obliga a plantearnos retos y preguntas que nos den puntos de referencia para asimilar el poder que nos otorga a las sociedades, de manera que no se nos acaben indigestando sus avances.

Es totalmente legítima la búsqueda de un progreso que nos permita liberar al hombre del sufrimiento, la enfermedad y el hambre. Siempre son deseados los avances que nos den medios para construir sociedades justas, en paz, que permitan la plena realización de los ciudadanos, de sus capacidades creativas, de sus bondades, de su inteligencia, y favorezcan la fructífera convivencia. Pero esos avances no están garantizados por el solo desarrollo de los medios de los que la sociedad dispone o quiere dotarse, de sus medios económicos, científicos, técnicos, sino que precisa de una claridad de fines que armonicen y den dirección a esos medios. El desarrollo tiene como factor fundamental el propio ser humano, pues toda sociedad más allá de los recursos de los que pueda disponer, depende de la calidad ética de quienes manejan esos recursos. No podemos olvidar que al final ha de ser la economía, la ciencia o la técnica la que esté al servicio del hombre y no al revés.

La ciencia avanza una barbaridad, pero sería un peligro que lo hiciera sin conciencia. «Ciencia sin conciencia es la ruina del hombre», decía un viejo aforismo. Y es que en esto como en todo, las cosas no son buenas ni malas sino en función del uso que se haga de ellas. Y quien las usa es el hombre o algunos hombres.

¿Entonces la ciencia no debería progresar, como lo está haciendo en medicina, energías, o tecnologías? Nada más lejos de afirmar eso. El saber es un puntal imprescindible del progreso humano, y este debe seguir creciendo, aunque tal vez debería hacerlo en más direcciones y campos que los que marcan los intereses económicos de algunos sectores. La investigación podría aportar grandes respuestas al ser humano, y grandes instrumentos para hacer sostenible el desarrollo en todo el planeta, pero ha de tener la libertad de dirigirse hacia un bien común y universal y no hacia unos intereses particulares enmascarados.

El panorama es controvertido. Por un lado se hacen avances en armamentos sofisticadísimos, en tecnologías de espionaje y telecomunicaciones; y por otro también surgen descubrimientos que abren grandes esperanzas en medicina como los nuevos paradigmas planteados por las bioenergética, que contempla al hombre como una realidad holística donde el equilibrio psico-neuro-inmunológico condiciona la salud. La genética nos ha abierto todo un campo de acción sobre los procesos de desarrollo celular de los seres vivos, y con él un montón de interrogantes.

Este puntal del conocimiento científico y el avance de medios es importante pero si está solo, si solo nos apoyamos en esa columna para progresar, el mundo sufrirá un grave desequilibrio.

Puede ser triste decirlo pero, ante por ejemplo el desarrollo de la manipulación genética, ¿cómo puede uno confiar, como ciudadano de a pie, en que los laboratorios y grandes multinacionales que no son capaces de liberar patentes que podrían erradicar tantas enfermedades en el tercer mundo, vayan a utilizar bien esos descubrimientos que nuestros científicos, generalmente financiados por intereses privados y por el dinero público realicen.

La verdad es que el panorama da miedo. El futuro se presenta sombrío si no somos capaces de dotar a la sociedad no solo de herramientas sino de ética, una ética no de tertulia ni de buenos compromisos sino de vivencia real.

Nos preocupa alargar la vida unos años más, pero ¿no nos preocupa que esa vida se llene de soledad, odio, ignorancia, angustia y esquizofrenia?.

La ciencia avanza una barbaridad, urge hacer idéntico esfuerzo en armar a la sociedad de valores universales, de una cultura y una calidad humana no solo exigible a quienes dirigen, sino a quienes han de saber elegir a los que conducen los destinos de este progreso.

Por eso la cuestión no es si debemos frenar o no el avance científico. Tal vez tengamos que preguntarnos hacia dónde dirigir ese avance y si tiene como meta las necesidades globales del ser humano. Ojalá no tengamos que arrepentirnos de haber frenado ese otro avance que es el de los valores humamos, y que como columna debería alzarse paralelo al de la ciencia y la técnica.

Invirtamos en ciencia, pero también en educación para el hombre. Invirtamos en salud física, pero también en salud psicológica. Nos debería preocupar la pandemia que en la sociedad de consumo y la era de la comunicación está enfermando a la gente por falta de formación humana real.

Tal vez por eso soy un filósofo, porque pienso que el progreso o es integral o no es progreso

 

 

Fuente imagen: lifeder.com