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El Timeo es uno de los libros más oscuros de la Antigüedad. En él se encuentra la expresión de una sabiduría misteriosa, nacida posiblemente de una oculta sociedad de iniciados. El texto viene a ser una de las lecciones que se impartían en la Academia, dirigida a los que ya estaban versados en estas ciencias.

La fama sin precedentes del Timeo no se debe a sus bellezas literarias, pues, en este sentido, el Fedón, el Fedro, El banquete y La república son mucho más ricas lingüísticamente. Por el contrario, el Timeo es una larga exposición, metódica y pedagógica, plena de un lenguaje técnico.

Las cuestiones a las que el Timeo hace fundamentalmente referencia son los problemas cosmogónicos y la formación del Alma del Mundo. Platón comienza preguntándose si es posible concebir una ciudad ideal en la Tierra, cuestión cuyo propósito es narrar la historia olvidada y desconocida de su propia patria, Atenas. Logra rehacer una cosmogonía que vincula la historia de la Humanidad con la de su ciudad ateniense.

Esta larga historia estaba originalmente recogida en tres libros: el primero de ellos es el Timeo, que seguidamente vamos a describir; el segundo es el Critias, que pretendía tratar el comportamiento ideal de las sociedades humanas basándose en el modelo de la antigua Atenas, pero no se acabó de escribir o, al menos, no ha llegado hasta nosotros; el tercero había de ser el Hermócrates, del que no nos ha quedado constancia.

Si Platón se dispone a cantar la gloria de Atenas, sus elogios se van a dirigir a los atenienses de los tiempos heroicos, y está muy poco dispuesto a la benevolencia con su contemporáneos… El diálogo se abre sorprendentemente con el famoso mito de la Atlántida. Después inicia el diálogo sobre la hipótesis de la teoría de las Ideas, en la que un demiurgo copia un modelo celeste del universo hasta hacerlo plasmar en el mundo visible.

La Antigüedad posterior a Platón le tributó un culto y una veneración particular a este diálogo, desde Plutarco, que discute extensos pasajes del mismo, pasando por el pintor Rafael, que en su fresco «La escuela de Atenas» nos representa a Platón llevando en sus manos un texto del Timeo, hasta los filósofos, matemáticos y astrónomos actuales, que se esfuerzan inútilmente por llegar a penetrar el misterioso tratado.

La Atlántida

El mismo Platón califica a su Timeo como un mito verosímil, sobre todo en lo referente a la Atlántida.

La historia comienza cuando Critias cuenta la historia que Solón escuchó en el templo de Sais a través de los sacerdotes. Se trata de la historia más grande y merecedora de consideración de todas las que la ciudad de Atenas hubo realizado nunca. Los egipcios afirmaban ser parientes de los atenienses, mas solo en Egipto se encuentra la historia escrita de la Humanidad. Pero la raza mejor y más bella nació en Grecia. Hubo un tiempo, antes de la mayor de las destrucciones de las aguas, en el que Atenas destacó por ser la mejor en la guerra y la más civilizada.

Una diosa, Atenea, protegió y educó a la ciudad, y también a la de Sais, consiguiendo que en todo fuesen a imagen y semejanza de la propia diosa, creando hombres sabios y guerreros.

El heroísmo de Atenas brilló en todo su esplendor en numerosas guerras, pero, llegado un momento, se produjeron terribles temblores de tierra y cataclismos que llevaron al hundimiento de grandes extensiones de territorio en el transcurso de un día y una noche.

El universo

El mundo, según Platón, necesita explicarse merced a una dualidad: un mundo visible y su modelo arquetípico. Además, es necesaria la existencia de un demiurgo que haga posible la plasmación.

El demiurgo quiso que todas las cosas que naciesen fuesen lo más semejantes a él, por lo que todo lo hizo bueno. La primera creación del demiurgo fue el Alma del Mundo, y esta es anterior al cuerpo que debía habitar. Este alma es partícipe tanto de lo mortal como de lo inmortal.

El demiurgo es la más perfecta y la mejor de las causas. Él formó, asimismo, un cielo único y circular a través de una ley numérica basada en la sucesión:

x3 x3 x3
1 2 3 4 9 8 27
x2 x2 x2

Rellenó los intervalos dobles y triples de dicha sucesión. Posteriormente hizo coincidir el punto medio del alma con el punto medio del cuerpo, armonizándolos.

El alma del universo, difundida en todas direcciones desde un punto central hasta los extremos del cielo, está limitada exteriormente por un círculo y gira sobre sí misma durante toda la eternidad.

El Hacedor hizo el tiempo como una imitación móvil de la eternidad. Las expresiones pasado y futuro hay que reservarlas para todo aquello que nace y avanza en el tiempo. En cambio, el término presente solamente es aplicable a lo que es eterno. El tiempo se desarrolla circularmente siguiendo leyes numéricas. También afirma que nació en el mismo instante que el cielo, a fin de que, nacidos juntos, se disolvieran a la vez.

El demiurgo percibió que el Cuerpo del Mundo aún no contenía a todos los vivientes, y que la semejanza con el modelo no era del todo perfecta. Pensó qué especies debían habitarlo y en qué número. Estas especies debían ser de cuatro tipos:

  • divinas
  • aéreas
  • acuáticas
  • terrestres

Las especies divinas están modeladas esencialmente con fuego, siendo las más brillantes y las más bellas de todas. Estos dioses divinos tomaron cuerpo y se convirtieron en astros y planetas. Sin embargo, puesto que nacieron, no son inmortales. Otras tres especies mortales debían nacer aún. Sin ellas, el cielo quedaría inacabado. El demiurgo dejó a estos dioses jóvenes que crearan su progenie y les encargó que dieran a los cuerpos mortales el mayor grado de belleza y bondad posible. Estos proporcionaron a cada individuo los movimientos del alma inmortal y del alma mortal, de modo que se alternaran entre ellos y sin que dominara absolutamente uno sobre otro.

El hombre: alma y cuerpo

Se distinguen cuatro principios en el ser humano: el primero es el principio pensante, que reside en la cabeza, situada en la parte más elevada del cuerpo humano, y tiene como vehículo al resto del organismo. Esta es la parte más sagrada del cuerpo. El segundo se encuentra en el tórax, y es la sede de emociones tales como la cólera. El tercero está en el hígado, donde tienen la sede del placer y el dolor. El cuarto se encuentra en los órganos reproductores y llega a ser absolutamente rebelde a la razón. Sin embargo, sigue siendo un reflejo lejano de la vida eterna.

Todas estas almas deben tener un desarrollo proporcionado, ya que todas tienen su misión que cumplir.

Cuando el alma humana encarna en la materia, es tan profundo el descenso que pierde momentáneamente la razón. Por medio de una correcta educación es posible restablecer el orden ocasionalmente perturbado. Son las sensaciones las que trastornan el alma.

El alma solamente se diferencia del cuerpo en el grado de su composición.
Los ojos fueron hechos por los dioses como portadores de luz, ya que dentro de nosotros existe un fuego puro semejante al fuego exterior. El oído es el órgano que nos permite captar la armonía, aliada de nuestra alma.

Los cuatro elementos

Los elementos de la Naturaleza se dan mutuamente nacimiento de manera circular. Al elemento Tierra el demiurgo le atribuyó la forma cúbica, y al elemento Fuego, la forma piramidal.

El Agua como elemento es capaz de convertirse en Fuego y en Aire, el Aire se convierte en Fuego y en Agua, y el Fuego tan solo se vuelve Aire.

Los metales como el oro y el cobre, pertenecientes al elemento Tierra, son elementos líquidos condensados.

El Agua se encuentra en estado líquido si contiene Fuego. Por el contrario, cuando ha perdido todo su Fuego está en forma de hielo.

Otro elemento líquido es el vino, que encierra dentro de sí una porción de Fuego. Es por esta razón por la que calienta el cuerpo y el alma. También el aceite y la miel deben su apariencia brillante a su contenido de Fuego.

El elemento Fuego produce división en el cuerpo humano y esto es debido a la sutileza de las aristas de la pirámide, a la pequeñez de sus corpúsculos y a la rapidez de sus movimientos; estas son las características que producen que el Fuego corte y seccione todo lo que encuentra.

Placer y dolor

El dolor es una impresión violenta y contraria a la Naturaleza del hombre. Placer es todo aquello que restablece la armonía.

Los dioses jóvenes dotaron al hombre de un alma mortal capaz de sentir pasiones terribles e inevitables. El placer es un poderoso incentivo para el mal. El dolor también es causa de que abandonemos el bien.

El principio divino está separado del ser humano para evitar que se mancille. Al corazón se le colocó en un puesto de guardia entre el alma irascible que reside en el tórax y el principio razonable.

Un dios creó el hígado con el fin de que los pensamientos se proyectasen en él como en un espejo. No en vano esta fue una víscera usada por los antiguos como medio adivinatorio. El bazo fue puesto en el lado contrario al hígado para recibir sus impurezas.

Los que formaron la raza humana conocían de antemano la intemperancia en el hombre por el alimento y la bebida.

La sangre, elemento líquido del cuerpo humano, es roja por su contenido en Fuego, y al circular por venas y arterias divide los «alimentos» contenidos en ella.

Cuando la constitución de un ser vivo es todavía joven, los alimentos y bebidas con los que se nutre son más viejos y más débiles que él y, por lo tanto, los domina. Pero cuando el organismo se vuelve viejo, su estructura no le permite asimilar las sustancias nutritivas y se deja dividir por ellas.

Cualquier exceso o defecto de los elementos que componen el cuerpo humano, o bien un cambio en el lugar que le es propio, es causa de enfermedad. Únicamente cuando un elemento se une a otro igual a él, el organismo se mantiene sano.

Si un cuerpo contiene exceso de Fuego, le sobreviene la fiebre. Pero no hay lugar a dudas de que las enfermedades más graves son las provocadas por los excesivos placeres y dolores. Y esto es producto de la ignorancia del ser humano. El hombre tiene por enemigo al vicio, aun cuando no lo reconozca.

Si una forma corporal demasiado débil o demasiado pequeña contiene un alma vigorosa, el resultado carece de las proporciones debidas. En el caso de un alma de este tipo, al entregarse a las investigaciones, se carga con enfermedades. Existe un remedio para que esto no ocurra: no mover nunca el alma sin el cuerpo. Todo aquel que ejerza una actividad mental debe dar movimiento al cuerpo, y el que cultive el cuerpo debe hacer participar a su alma de la música y la filosofía.

Cuando las enfermedades no ofrecen grandes peligros, no se las debe irritar con remedios.

Todo ser viviente nace llevando consigo una cierta duración de su existencia, más allá de la cual la vida no podría prolongarse. También las enfermedades tienen su tiempo de vida.